domingo, 12 de abril de 2020

Sin niños


El jueves 12 de marzo fue el último día en el que se vieron niños en las calles de Madrid. Los colegios habían cerrado y a los adultos que el día anterior los habían sacado a jugar a los parques, inconscientes todavía de los efectos devastadores del virus que se estaba propagando por el país, se les ordenó que los metieran en sus casas y que ni ellos ni los pequeños volvieran a salir a la calle hasta que pasara el peligro.

Desde hace un mes los niños están enclaustrados, sin pisar la calle. Se asoman a los balcones cuando no hace frío, salen a aplaudir con sus padres a las ocho, se escucha alguna voz infantil a través de una ventana abierta, corren por las redes vídeos con criaturas lanzando su consigna todo va a salir bien...  

La despoblación de las calles de una ciudad de natural bullicioso es aún más tremenda porque no hay ningún niño, ninguna niña entre los pocos peatones que salen de casa para hacer la compra o para ir a la farmacia. La soledad de aceras y calzadas, las cortinas metálicas de los comercios parados, las colas disgregadas ante las panaderías, las cintas que precintan las zonas de juego infantiles producen una desazón que se incrementa cuando se percibe la ausencia absoluta de bebés, de niños y de adolescentes. 
¡Qué triste es el mundo sin niños!

Una de las damas inglesas del género negro, P.D. James, escribió en 1992 un libro de ciencia ficción que me inquietó y que no he dejado nunca de recordar desde que lo leí. Comienza con estas palabras
:

En la madrugada de hoy, lº de enero del año 2021, tres minutos después de las doce, murió en una pelea en un suburbio de Buenos Aires el último ser humano nacido sobre la faz de la tierra: tenía veinticinco años, dos meses y doce días. De acuerdo con las primeras noticias, José Ricardo murió de la misma forma en que había vivido. Siempre le había resultado algo difícil manejar el honor –si se lo puede llamar así– de haber sido el último en nacer, ya que eso no tenía nada que ver con una virtud o un mérito personal.

P.D. James describe un mundo donde nadie tiene menos de 25 años, porque hombres y mujeres han perdido la capacidad de gestar hijos. La raza humana se dirige hacia la extinción a causa, denuncia la novela, de sus tremendos errores. 

La ciencia y la medicina occidental no nos han preparado para la magnitud y la humillación de este último fracaso. Ha habido muchas enfermedades difíciles de diagnosticar o de curar, y una que casi extinguió la vida humana de dos continentes antes de desaparecer. Pero siempre hemos encontrado las razones que las explicaban. Les pusimos nombres a los virus y gérmenes que nos siguen atacando, y hoy vemos con pesar que ese ataque parece una afrenta personal, como si se tratara de viejos enemigos que no perdonan y derriban a su víctima cuando tienen la victoria asegurada.


2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Nos hace falta el ruido de los niños en los parques, pero podemos esperar por ellos.

El Deme dijo...

Volveremos a ver niños correr por las calles, y entonces todo será alegría.