lunes, 13 de abril de 2020

Desde las alturas

Ahí siguen las torres simbólicas de Madrid, reconvertidas en edificios modernos, en construcciones de culto. Desde la terraza del Edificio España se ve habitualmente una ciudad de tejados desiguales y calles convergentes por las que pululan multitud de cacharritos mecánicos y hormigas humanas. El panorama es singular, espectacular para quienes no sentimos vértigo en las alturas.

Hoy las torres se contemplan desde la distancia, desde las terrazas de los edificios donde la gente permanece encerrada a la espera de que el maldito virus pierda fuerza y deje de atacar a los amigos, a los parientes y a los vecinos. Sus perfiles, recortados sobre el cielo tan limpio de esta primavera extraña, siguen siendo hermosos para quienes amamos esta ciudad, con sus luces y sus sombras, con sus ventajas y sus afrentas, con sus ruidos y sus abrazos, con sus miedos y sus esperanzas.

La historia cuenta que los proyectos de construcción del Edificio España, entre 1948 y 1953, y de la Torre de Madrid, entre 1954 y 1960, tuvieron el respaldo de las autoridades de la dictadura, que pretendían hacer de Madrid una ciudad moderna y competitiva, al estilo de las capitales europeas de la época. Durante décadas las torres albergaron despachos, hoteles, negocios, redacciones de prensa, actividades que mantuvieron los edificios en auge económico y social.
Cuando les llegó el declive, hacia finales del siglo XX, las dos torres eran ya parte del paisaje urbano y de la memoria visual de los madrileños, elemento imprescindible de la estampa de don Quijote y Sancho cabalgando en la Plaza de España hacia la inmortalidad literaria.

Después de una crisis que vacío los dos edificios, que derribó sus paredes internas y amenazó su pervivencia, las dos torres se han reinventado y siguen estando ahí, al cabo de la Gran Vía, a la vista ahora de quienes contemplan el paisaje desde sus ventanas altas, desde las terrazas. Son un símbolo de superación y de fortaleza, de continuidad, una referencia a la que nos agarramos cuando el ánimo se desploma y la libertad nos parece un espejismo que se difumina cuando estamos a punto de alcanzarlo.

¡Qué ganas de volver a subir a las torres! Aunque ahora mismo me conformaría con darme un paseo ante sus puertas.








Foto: Rosa

1 comentario:

El Deme dijo...

Dos símbolos arquitectónicos de Madrid, ojalá la Plaza de España vuelva a tener pronto el glamour perdido.