Lo decía
Angels Barceló esta mañana: le ponemos nombre a las estadísticas: la madre de
tal, el padre de cual, el amigo del pueblo… O el compañero que estuvo
trabajando hasta que el maldito virus le envió a un hospital donde ha estado
veinte días peleando por su vida. Ese compañero es José María Calleja, un buen periodista (que los hay, entre tantos buitres carroñeros de la prensa, hay muy
buenos periodistas). Calleja era un hombre con fina ironía y gran capacidad
crítica, un ser humano que estuvo hasta el último momento alabando a los
trabajadores que le estaban atendiendo en su enfermedad, contaba su compañera de tertulias matinales.
El maldito
virus se está llevando a muchos hombres y mujeres a quienes no les tocaba
marcharse todavía. Algunos tan activos y comprometidos como el periodista Calleja. O como el
escritor chileno Luis Sepúlveda, que falleció el día 16 de abril en
Asturias, la tierra en la que había asentado su residencia tras escapar de la dictadura de su país, después de mes y medio de ingreso hospitalario.
Tampoco les
tocaba irse a muchos de esos abuelos y abuelas de las residencias de
todo el país. En Madrid han fallecido, más o menos, porque los datos siempre
son dudosos (no sé si por ineptitud o por manipulación) casi 5.300. En Cataluña cerca de 3000. Los juzgados están
admitiendo denuncias de los familiares de los fallecidos y de los alcaldes de algunas
poblaciones muy afectadas. No son estas las primeras denuncias contra estos establecimientos
en los que el negocio, parece colegirse, importa más que el cuidado de esas
personas que ya no pueden valerse por sí mismas. Personas que merecerían de la
sociedad, autoridades y paisanos, afecto, comprensión, cariño, dedicación, agradecimiento.
Porque a los
ancianos, a esos mayores que han tenido una vida sencilla y laboriosa, de
sacrificios, de esfuerzos, de mejoras y desatinos, (como la de tantos de
nosotros), les debemos lo que somos y lo que tenemos, lo bueno, lo malo y lo
regular. La existencia, el crecimiento, el aliento, los avances sociales... Todo
Ellos son
ahora lo que nosotros seremos dentro de unos años. ¿Podríamos meternos en su
piel por unos instantes?
De Luis Sepúlveda nos queda su voz y sus libros, que lo hacen inmortal.
2 comentarios:
Primero eran noticias lejanas sobre el virus, ahora nos toca poner nombres y rostros a los fallecidos.
Todas las familias de España tendrán a un conocido muerto por esta enfermedad. Eso va a dejar huella, para siempre.
Publicar un comentario