Las noticias
nos desgarran el corazón cada día. Las cifras de fallecidos por el maldito
virus no han parado de crecer. Las imágenes de las morgues improvisadas en
espacios deportivos, las declaraciones de nietos e hijos que no han podido
acompañar a sus mayores en los últimos momentos, las comunicaciones con amigos
que han perdido a un ser querido en esta batalla nos afligen, nos llenan de tristeza,
nos desalientan, enturbian la
cotidianeidad extraña en la que andamos inmersos desde hace ya tres semanas.
También está
lo nuestro, lo que cada uno de nosotros padecemos a diario en carne propia: la
preocupación por los familiares de edad que aguantan la pandemia en sus domicilios,
la congoja que nos causa no poder visitarlos ni consolarlos, la añoranza de los hijos alejados, la inquietud por quienes están en otros
lugares del planeta machacados por la pandemia.
También nos duele
enterarnos de jóvenes que han perdido su trabajo, que era temporal o en prácticas,
pero era una vía medianamente segura hacia su futuro, de adultos que han
perdido el suyo a una edad en la que el paro amenaza con ser ilimitado. Nos asusta lo que vendrá cuando se acabe el confinamiento.
Sí, estamos
en tiempo de duelo y desesperanza, pero ¿quién pretende que nos pasemos el día
entero llorando? ¿Quién condena la risa, la broma o las charlas con los vecinos
a través de la ventana? Cuando vamos a un velatorio, después de abrazar y
llorar con los familiares ¿no comentamos con ellos cosas ajenas a la enfermedad y la defunción
e, incluso, nos permitimos echarnos unas risas con ellos?
A mí me
parece que es terapéutico reír, bromear, tomarse el aperitivo en la ventana,
brindar con los vecinos, saludarles, cantar una canción con ellos, disfrutar
del sol si tenemos la suerte de vivir en un piso exterior… Que no estemos toda
la jornada de encierro lamentándonos por los fallecidos y los enfermos, por los
parados, por los que están solos, no quita que nos duela el alma por todos los
que están sufriendo.
¡Desde luego que no!
¡Desde luego que no!
1 comentario:
Sigamos riendo para celebrar la vida.
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