Pero aunque pongamos en duda la veracidad absoluta de estas escenas y sabiendo que generalizar es siempre un error, hay que aceptar algo que no deja de sorprendernos: hubo unas docenas de padres (ellos son los responsables, no sus criaturas) a lo largo y ancho del país que se olvidaron de las normas que hasta ayer posiblemente cumplían a rajatabla. Se arrimaron a otros padres y les consistieron a sus hijos que se arrimaran a otros niños y que compartieran objetos, los balones, por ejemplo, que podían ser vehículos de contaminación.
El malestar del resto de la población es lógico. Si estos comportamientos se repiten durante esta semana, peligra el permiso para que el resto de la población, los mayores, los que no tenemos niños, salgamos a caminar y a pasear a partir del próximo sábado. Si se repiten las malas prácticas y se producen alteraciones en la tendencia a la baja de los contagios y fallecimientos, o si empiezan a llenarse los hospitales de niños y adultos lesionados, igual se prolonga el confinamiento y se retrasa la vuelta a la actividad de los comercios y empresas donde trabajan millones de personas afectadas por los cierres y los ERTEs.
¿Tan difícil le es entender la situación a esos adultos que no supieron o no quisieron controlar a los chavales? ¿No resulta penoso que en estos tiempos de solidaridad, de entendimiento humano haya que recurrir a sanciones para que padres y madres mantengan las normas de prevención establecidas por expertos que saben de epidemias yde contagios bastante más de lo que sabemos los paisanos de a piel?
Fueron minoría los que se olvidaron de que seguimos en riesgo de contagio o los que se saltaron las normas conscientemente. Lo sé. Fueron una minoría.
La mayoría de padres, madres y niños salieron a la calle con la lección bien aprendida. Y disfrutaron de la primavera. Como mis amiguitos M y D, que viven cerca de un campo y tuvieron la suerte de ver y oler las altas hierbas y las flores silvestres que han brotado con las lluvias de esta primavera. Ellos sabían lo que podían y no podían hacer, no sólo porque tienen ya edad de comprender lo que ocurre en su entorno sino también, y sobre todo, porque sus padres les hablan como personitas inteligentes que son y comparten con ellos concienciación, buenos propósitos y responsabilidades.
Esta experiencia es la que hoy cuenta para mí. Es la que ha de prevalecer para que más pronto que tarde podamos salir todos de casa a disfrutar de lo que queda de primavera en las ciudades y en los campos.
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