¡Qué buenos compañeros son los libros! Compañeros leales en circunstancias adversas, en retiros y convalecencias, colegas de viajes, de trayectos y de vacaciones; cómplices en los ratos de soledad y
de apartamiento, con sus poderes analgésicos y estimulantes, con su capacidad para
hacernos reír, llorar, soñar y olvidar. ¡Cómo enriquecen la vida!
Al comenzar la temporada de encierro casi todos nos propusimos dedicar más tiempo a la lectura. Sacar por fin de la estantería el libro que teníamos pendiente o recuperar alguna obra maestra que leímos años atrás. ¿Lo hemos hecho?
Mis amigas lectoras sí lo hacen. Cada día envían al grupo comentarios de los libros que están leyendo o releyendo, párrafos e ideas que deseamos compartir personalmente cuando podamos regresar a la biblioteca en la que nos reunimos una vez al mes.
En la radio o en las redes encuentro respuestas menos positivas. Hay personas que están tan atareadas con las actividades que se consideran propias del
confinamientos que no les sobra un rato para la lectura. El trabajo a distancia, las clases de los niños, la hora de gimnasia, los espectáculos on
line, la revisión permanente de las noticias en la prensa digital o en la
televisión, el horneado del pan o las galletas, la preparación del atuendo para
salir a comprar alimentos, esas tareas les dejan sin un par de minutos para abrir un libro.
Otras sí tenemos tiempo para leer porque hemos renunciado a hacer pan en casa (lo que nos evita también ir de tienda en tienda buscando harina o levadura, productos que escasean en los comercios de Madrid), no nos hemos apuntado a un cursillo de artesanía por ordenador y, sobre todo, hemos reducido el periodo dedicado a la información y el número de medios digitales que consultamos. Porque no, no es saludable tener toda la
santa mañana encendida la televisión para escuchar el griterío de los políticos
y los tertulianos sempiternos emitiendo opiniones que no se basan ni en su cualificación científica, ni en la multiplicidad de sus fuentes, ni en su ecuanimidad o filantropía.
No es sano leer en la prensa
titulares que son mensajes de odio, frases escandalosas de personajillos que jamás
han optado a un puesto de trabajo por méritos profesionales o académicos, que
siempre se han ganado la paga por su adhesión o su afiliación a un partido con
mando en plaza.
No es higiénico ni para los ojos ni para el alma ver caras crispadas, escuchar bulos e
insultos, consignas malévolas que más que a derrotar al adversario, lo que consiguen es
azuzar la incertidumbre, el temor, la desazón de la gente de a pie.
Así que en
vez de estar pendientes de las declaraciones y pronósticos de tipos y tipas que deben haber leído pocos libros en su vida (algunos, quizás ni los de la carrera de la que ostentan un título), por nuestra salud, es mejor prescindir de tanta noticia y concentrarnos en la lectura, sea una novela, un relato fantástico, un ensayo de historia, un poemario, un comic, un tratado de arte... Lo que sea.
Feliz Día del Libro.... con libros.
2 comentarios:
Absolutamente de acuerdo. El libro re'une las mejores propiedades contra los problemas derivados del confinamiento.
Leamos siempre.
En estos casos siempre recuerdo el discurso de Lorca con motivo de la inauguración de la biblioteca de su pueblo. Imprescindible.
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