Hoy las torres se contemplan desde la distancia, desde las terrazas de los edificios donde la gente permanece encerrada a la espera de que el maldito virus pierda fuerza y deje de atacar a los amigos, a los parientes y a los vecinos. Sus perfiles, recortados sobre el cielo tan limpio de esta primavera extraña, siguen siendo hermosos para quienes amamos esta ciudad, con sus luces y sus sombras, con sus ventajas y sus afrentas, con sus ruidos y sus abrazos, con sus miedos y sus esperanzas.
La historia cuenta que los proyectos de construcción del Edificio España, entre 1948 y 1953, y de la Torre de Madrid, entre 1954 y 1960, tuvieron el respaldo de las autoridades de la dictadura, que pretendían hacer de Madrid una ciudad moderna y competitiva, al estilo de las capitales europeas de la época. Durante décadas las torres albergaron despachos, hoteles, negocios, redacciones de prensa, actividades que mantuvieron los edificios en auge económico y social.
Cuando les llegó el declive, hacia finales del siglo XX, las dos torres eran ya parte del paisaje urbano y de la memoria visual de los madrileños, elemento imprescindible de la estampa de don Quijote y Sancho cabalgando en la Plaza de España hacia la inmortalidad literaria.
Después de una crisis que vacío los dos edificios, que derribó sus paredes internas y amenazó su pervivencia, las dos torres se han reinventado y siguen estando ahí, al cabo de la Gran Vía, a la vista ahora de quienes contemplan el paisaje desde sus ventanas altas, desde las terrazas. Son un símbolo de superación y de fortaleza, de continuidad, una referencia a la que nos agarramos cuando el ánimo se desploma y la libertad nos parece un espejismo que se difumina cuando estamos a punto de alcanzarlo.
Foto: Rosa
1 comentario:
Dos símbolos arquitectónicos de Madrid, ojalá la Plaza de España vuelva a tener pronto el glamour perdido.
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