jueves, 9 de abril de 2020

Absténganse personas tóxicas

Aunque el día amanece nublado, ¿quién no se estará preguntando hoy dónde estaría en estos momentos si el maldito virus no nos hubiera encerrado en casa? En una playa, en el parque del barrio, en el pueblo con los abuelos, en una ciudad europea, paseando por la Plaza Mayor, en el bar de la esquina, visitando iglesias....

Pero estamos en casa, seguimos confinados. Casi todos entendemos la necesidad de permanecer encerrados. Y si no lo entendemos, aceptamos lo que nos dicen las autoridades sanitarias de todo el mundo. Los gobernantes que se reían hace pocas fechas de nuestro confinamiento, han acabado adoptando la misma medida cuando se han disparado en sus territorios las cifras de contagiados y de fallecidos.

Hay mensajes alarmistas en las redes, unos cuestionando las medidas adoptadas para frenar la expansión del virus, otros repitiendo machaconamente que las medidas se tomaron con retraso (los profestas a posteriori, tan frecuentes estos días). Hay bulos que se repiten hasta la saciedad, a pesar de que ya han sido desmentidos. Hay declaraciones fatídicas de personajes que necesitan titulares en la prensa para seguir existiendo.

Pero los mensajes malévolos no están únicamente en las redes y en la prensa. En nuestro entorno también hay gente empeñadísima en meternos miedo, en incitarnos al odio, en socavar el poquito de esperanza que vamos forjando según transcurren las semanas y las cifras de la enfermedad se estabilizan. Hay personas que se empeñan en amargarnos el encierro, que no entienden o no quieren entender lo mucho que nos pesan nuestras preocupaciones personales (los hijos que pierden el trabajo, los amigos que luchan contra la enfermedad, la añoranza de nuestra familia alejada, la incertidumbre sobre nuestro futuro) y se afanan en transmitirnos su rabia, su resentimiento, sus envidias, sus traumas.

No admitamos personas tóxicas en nuestro entorno, librémonos de los potenciadores de la angustia.
Necesitamos gente que apuntale nuestros sentimientos positivos, nuestra confianza en salir de esta, nuestra resignación a quedarnos en casa, desde luego.

Necesitamos fortalecernos a nosotros mismos para soportar el bajón de Semana Santa.
Así que cuando me pregunto dónde estaría o dónde querría estar en estos momentos si no existiera el maldito virus, me respondo abriendo carpetas y expandiendo sobre la pantalla las fotos de todos los sitios en los que me gustaría estar esta mañana de jueves.
Nada me impide visitarlos con los ojos, la imaginación y la esperanza.

 
 

1 comentario:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Siempre, pero más en estos momentos, fuera esta gente de nuestra vida.