domingo, 22 de marzo de 2020

Una semana de encierro

Siete días encerrados. Llevamos una semana de confinamiento. Dos o tres días antes ya salíamos con miedo a la calle, sospechando la que se nos venía encima.

El último día que nos vimos, antes de que nos mandaran a casa, comentábamos nuestra preocupación por nuestras madres, por las personas mayores con las que convivimos a diario, o de vez en cuando, personas a las que besamos, tocamos, lavamos, untamos crema hidratante en las piernas, ponemos colirio en los ojos.....

Nos mandamos mensajes con frecuencia, nos preguntamos por las madres. Nuestros padres se fueron ya hace algún tiempo, antes de que la pandemia nos arrollara y nos encerrara en casa.
Seguimos un poco preocupadas. Estamos pendientes de una tosecilla, de un gesto de dolor, que igual no es más que un calambre o una mala postura, de un suspiro más largo de lo habitual.

Ellas están con nosotras, podemos hablar, comentar, discrepar incluso, reírnos a veces. Pero hay muchos mayores que están encerrados en residencias, aislados, con virus o sin virus, pero sin poder ver a sus hijos o a sus nietos, sin poder contarles que están asustados o que no, que no están asustados porque, por su larga vida y sus experiencias, están curados de espanto.


Hoy es domingo y apetece salir a dar una vuelta por el barrio, acercarse a comprar el pan y unos pasteles para endulzar la jornada. Pero tendremos que conformarnos con asomarnos a la terraza y contemplar las calles y los jardines desde arriba, esperando que las nubes se retiren y asome por entre sus bordes el sol de la primavera.
¡Qué suerte tenemos de tener esta terraza! ¡Qué suerte de poder pasar el domingo en casa!

(Foto: Nuria)

1 comentario:

Julián Nieto dijo...

Los aficionados a las teorías de la conspiración andan amoscados. Ven en todo esto un experimento más de la llamada teoría del shock. Lo que vendría a ser un ensayo general a escala universal: aterrorizar, golpear y aislar a toda la población mundial. Ya veremos… De momento, en las calles del sur los balcones nos mantienen en una cierta insumisión. Aquí estamos y algún día saldremos y tomaremos las calles nuevamente (esto me suena) Pero, no sabemos si los que salgan o salgamos (mantengamos el optimismo) seremos los mismos. Si el miedo es mayor, si el recelo nos domina, si las ordenes nos mantienen alejados, entonces los de la conspiración tendrán razón. De momento abramos las ventanas y esperemos que los edificios por hacer sigan teniendo balcones.