Nos quejamos de sus ruidos y de sus voces pero hoy, viendo la plaza vacía, tan abandonada, desearíamos que vinieran todos, los niños, los abuelos, los chavales alborotadores, desearíamos que se llenaran de gente las terrazas deshechas, que se moviera una moto de esas que duermen aparcadas frente a la fachada del Conde Duque, que pasara el microbús eléctrico, que gritara una mujer el nombre de una vecina... Pero no se va a producir el milagro.
La plaza seguirá vacía durante unos cuantos días. Silenciosa y solitaria.
Pero aun vacía es hermosa. Y sus árboles, los que vemos desde la ventana, nos sorprenderán cada día con una hoja más, con una rama más espesa, con el pronóstico de que antes o después nos va a alcanzar la primavera.
Será el momento de bajar a la plaza, sentarse en una terraza y brindar por la vida, la amistad y la energía que nos ha mantenido unidos.
(Foto: Rosa Aurora)
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