Este año hemos mantenido menos
debate sobre cuánto nos gusta o desagrada el desplazamiento de las horas de
sol, si nos molesta levantarnos otra vez de noche o si nos encanta que se
retrase el ocaso para disfrutar de tardes más largas en la calle o en el campo.
En estas condiciones de encierro, las ventajas e inconvenientes se diluyen en
un estado general de preocupación por asuntos más dolorosos.
Nos llegan noticia estos días de
grandes morgues instaladas en espacios deportivos, de familias que no pueden acompañar
a sus mayores en sus últimas horas, de mayores que permanecen aislados en
hospitales o residencias sin ver a sus hijos ni tener la esperanza de verlos
antes de marcharse. Si la pérdida de un padre o una madre es siempre difícil de aceptar, sea cual sea la edad que hayan alcanzado, la imposibilidad de despedirlos hace
que el proceso se convierta en una tragedia, en un episodio atroz que los hijos
no olvidarán jamás, pienso yo, que no soy afecta a los velatorios ni a los
espectáculos funerarios.
El teléfono vibra con el primer
mensaje de la mañana. Las primeras noticias de la jornada acerca de los amigos
y conocidos que están enfermos o que tienen a un familiar luchando contra el
maldito virus.
Pienso entonces en el amigo que
soporta la enfermedad en su casa, tirado en la cama, sin ganas de nada, pero
soportando con coraje los síntomas del virus que en el octavo o noveno día, me
ha contado, evolucionará de algún modo: aflojando sus efectos malignos o
aumentándolos. ¡Ojalá que sea la primera opción!
¡Ojalá siga teniendo fuerzas y ánimo para asomarse de vez en cuando a la ventana, aunque el paisaje sea limitado, y para cruzar algunos mensajes de whastspp!
¡Ojalá siga teniendo fuerzas y ánimo para asomarse de vez en cuando a la ventana, aunque el paisaje sea limitado, y para cruzar algunos mensajes de whastspp!
Mientras espero que el día sea
benévolo con el amigo, sigo cambiando la hora de los relojes y me doy cuenta de
que esta tarde, cuando salgamos a aplaudir a los balcones será de día y nos
veremos las caras los vecinos. La mayoría no nos conocemos pero después de esto
me gustaría saludarles en la calle sin tener que guardar los dos metros de
distancia.
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