miércoles, 29 de abril de 2020

Nuestra calle

Eran casi las doce. Me asomé a la ventana y escuché el sonido apagado de la ciudad, un sonido que no llega a ser silencio pero se le asemeja. El mismo pseudosilencio que la primera noche de confinamiento me causó una mezcla de estupor, tristeza y miedo, me producía ayer un sosiego que añoraré, sospecho, cuando las noches se vuelvan a llenar de coches, de ruidos y griterío.

Me asusta un poco pensar que dentro de unas fechas el asfalto de la ciudad se va a cubrir de vehículos humeantes, que ensuciarán esta atmósfera madrileña ahora tan limpia, y que volverán a sobrecargarse las aceras con las terrazas de los bares: si antes ya eran excesivas y ocupaban en demasiados casos mayor espacio físico del que les correspondía, ahora pretenden expandirse. ¿Lo harán a costa de los paseantes?

Ojalá de esta pesadilla salieramos todos, pueblos y ciudades, con alguna lección aprendida. La lección de la solidaridad y la buena vecindad, la primera. Pero también deberíamos aprender lecciones sobre preservación del entorno, la sostenibilidad y habitabilidad de las ciudades, el cuidado de los servicios públicos, el diseño de las viviendas, el freno a la contaminación... ¡Ojalá!

Mientras perdura el encierro recibo una fotografía de mi amiga de infancia.


Díficil reconocer esa calle, siempre tan concurrida, en la imagen. Difícil también imaginar el sonido apagado que llegará hasta tu terraza desde esas aceras tan bulliciosas a todas las horas del día.
Pero sí, es nuestra calle, la de nuestros primeros pasos y la de nuestra amistad. La de los paseos familiares, con niños y con abuelos, la calle por la que íbamos al colegio y al mercado, la que seguimos recorriendo y paseando tantas décadas después.

Esta imagen es, desde otro ángulo, la de los edificios que decoran cientos de escenas, cientos de recuerdos, cientos de anécdotas de nuestras vidas. Hay elementos en el entorno que han desaparecido y otros que subsisten modificados. Pero sigue siendo nuestra calle.

Me gusta verla así, desde esta perspectiva, deshabitada. Pero será una fiesta el día que vuelva a pasar por ella para reencontrarme con las personas que ahora añoro tanto. (Foto: Isabel)

2 comentarios:

Unknown dijo...

Preciosa reflexión, Carmen. Totalmente compartidahttps://tse2.mm.bing.net/th?id=OGC.d744f745222bac61fa15b2bf98782630&pid=Api&rurl=https%3a%2f%2fmedia.giphy.com%2fmedia%2fB0vFTrb0ZGDf2%2fgiphy.gif&ehk=7Tax2tNWKGIjcgziAuxBjumfRuUGfu5u1xRPsSYCYKQ%3d

El Deme dijo...

Vivimos en un mundo erróneo, y tenemos que cambiar algunas cosas. Por ejemplo a ir por la calle con calma y sin empujarnos.