"Pronto se perdió por el tejido enmarañado que eran las calles de Madrid, donde una callejuela cortaba a la otra sin que se pudiera apreciar más orden que el que las particularidades del terreno o el capricho hubieran dictado. La gente se cruzaba en su camino mirándolo de reojo".
El joven extranjero que pasea por la villa es Paul, un pintor flamenco que ha venido a Madrid en 1622, segundo año del reinado de Felipe IV, quien ha cedido las riendas del gobierno del imperio a Gaspar de Guzman, Conde de Olivares. Paul es un personaje creado por Rosa Ribas para fabular un suceso que conmocionó a los madrileños en esa segunda década del siglo de Oro: el asesinato en la calle Mayor de Madrid de don Juan de Tassis, conde de Villamediana.
Al conde se le achacaban amores con la reina Isabel de Borbón, hija del rey francés Enrique IV y primera esposa de Felipe IV. También se le acusaba en los mentideros de la villa (los lugares donde gobernantes, conspiradores y demás potentados propalaban rumores y noticias que les convenía que el pueblo supiera) de querer sustituir al poderoso Oliveros en sus oficios de ministro. Villamediana tenía fama de mujeriego y jugador, de poeta sin trabas y vividor.
Con estos mimbres Rosa Ribas ha creado una novela, El pintor de Flandes, que resulta muy grata de leer por su buen estilo, su cuidado léxico y su forma de engranar lo real con lo ficticio, los recuerdos del protagonista con su presente de exiliado en una isla innominada del océano.
Pero si la trama es interesante, también lo es la descripción del ambiente y de las costumbres de los cortesanos y paisanos de aquellos tiempos tan loados por lo muy fructífero que resultaron para el arte hispano..
“Los domingos también se ruaba. En días fríos en carrozas cubiertas; en verano las carrozas de la nobleza iban casi todas descubiertas, excepto las de aquellos que querían mirar sin ser vistos. (…) Todo Madrid parecía concentrarse en ese ir y venir por la calle Mayor en otoño y en invierno o por el Prado de San Jerónimo cuando el tiempo era más suave. El conde se engalanaba con un cuidado extremo desde la cabeza hasta las botas aunque estas últimas no fuera a verlas nadie durante la rúa”.
Una advertencia antes de terminar: la autora cambia el orden cronológico de algunos acontecimientos y recrea situaciones que no se produjeron. Pero no hay que olvidar que este libro es una novela. Inspirada en personajes que existieron en la realidad histórica española, pero una obra de ficción.