Cuando regresas a una ciudad que ya has visitado antes, tienes la posibilidad de reparar en detalles que te pasaron desapercibidos la primera vez, de captar sonidos, olores, formas, costumbres de los que, entonces, sólo percibiste retazos y perfiles que se te han quedado prendidos con alfileres en la memoria. Cuando emprendes la segunda visita, el destino te brinda la ocasión de saborear las esencias del lugar, de repetir experiencias agradables, de cerciorarte de las dimensiones de lo que te sorprendió cuando lo descubriste. De comprobar, además, las mudanzas del ambiente y del paisaje al haber transcurrido los meses y las estaciones.
Es lo que me ha ocurrido ahora, seis meses después de mi primer viaje a Nueva York, la ciudad superlativa. He regresado con una temperatura primaveral, un equipaje más ligero y unas ganas enormes de deambular por las calles que no he dejado de contemplar en fotos, en mapas, en historias desde mucho antes de la primera visita. Desde hace ahora un año exacto.
Nueva York es una ciudad donde la diversidad es la norma y lo excepcional no consta como tal. Para el turista, es difícil sentirse incómodo en la gran urbe. En cuanto sale a la calle, le resulta fácil integrarse en las muchedumbres que circulan por las avenidas (aunque los residentes caminan casi siempre con más prisas que el visitante), entenderse con los comerciantes que le ofrecen sus mercancías o sus servicios, con los camareros de los restaurantes y las tiendas de alimentación que se multiplican en los bajos de los majestuosos rascacielos.
Nueva York es una ciudad que admite con liberalidad a todo el que llega hasta ella, sea turista o estudiante, emigrante en busca de empleo, persona de negocios, artista, investigador, peregrino sin meta.
Esta vez, sin frío y con el día alargándose hasta cerca de las nueve, hemos vuelto a subir al Empire, a cruzar el puente de Brooklyn, a pasear por Central Park, a comer en Chinatown, a contemplar la zona cero… Os lo voy contando poco a poco desde aquí.
Foto 1: Domingo por la mañana en Times Square. La gente hace cola para comprar entradas de precio reducido para la sesión del día. En las gradas, algunos jóvenes se sientan a comtemplar el panorama publicitario.
Foto 2. Vista desde el Empire State Building a las 6 de la tarde. En el centro de la imagen, donde se cruzan Broadway y la Quinta avenida, está el edificio llamado Flatiron.