Detesto los mensajes, los vídeos, las fotos que recibimos estos días, por whatspp, en los telediarios, en la prensa, advirtiéndonos de que la situación es muchísimo peor de lo que sabemos o creemos saber y quejándose de lo mal que se está gestionando la crisis. Detesto a tantos augures a posteriori, que no cesan de recordarnos que esto se veía venir y que se debían haber tomado medidas restrictivas de antemano.
El día que la comunidad de Madrid decretó el cierre de colegios e institutos, lunes 9 de marzo por la tarde, hubo muchas voces en contra de la medida, dudando de su conveniencia y sus efectos. Parecía alarmismo innecesario. El día que el gobierno central recomendó el cierre de todos los centros escolares de España, jueves 12 de marzo, hubo voces discrepantes incluyendo las de algunos de políticos con peso regional.
Ese jueves, primer día sin clases en Madrid, los parques estaban llenos de familias con niños y las terrazas de turistas y residentes tomando el fresco y una cerveza con aperitivo.
Al día siguiente, los madrileños fueron conminados a quedarse en casas con sus criaturas. Pero de poblaciones costeras nos llegaban imágenes de playas, terrazas y calles llenas de gente, cuando en Valencia ya tenían también numerosos afectados por el virus.
Si estos comportamientos, que no denotan perversión sino inconsciencia e ignorancia, se daban en momentos en que la pandemia ya estaba extendiéndose peligrosamente por todo el país, ¿qué habría ocurrido si el viernes 6 o el 7 de marzo se hubieran suspendido manifestaciones, encuentros políticos, miles de partidos de fútbol y baloncesto, miles de misas, miles de espectáculos de teatro, sesiones de cine, conciertos, compras en centros comerciales?
¿Habrían aplaudido las medidas cautelares, tan estrictas, los que ahora dicen lo que se tenía que haber hecho entonces habida cuenta de que ciertos profetas a posteriori fueron protagonistas de actos multitudinarios, con enfermos evidentes asistiendo a la convocatoria?
También detesto a todos esos individuos e individuas que aprovechan el dolor de todo un país para hacer campañas de propaganda política. Dejen de lanzar mensajes para atemorizar y revolver a la población, que bastante tenemos con esperar noticias de nuestros allegados, unos encerrados en casa sin quebranto de salud física, otros ingresados en hospitales, otros pendientes de un familiar enfermo, todos afectados psicológicamente por la tempestad vírica.
Dejen de intentar promocionarse en estos momentos tan excepcionales. Sólo queremos gente que trabaje para aportar soluciones, gente que trabaje por la convivencia, sólo queremos mensajes de aliento, de energía, de entendimiento, queremos gente que inspire confianza en que, se haya hecho mal lo que se haya hecho mal, saldremos de esta.
Luego ya habrá tiempo de hablar de los errores que han cometido los gobernantes de todos los ámbitos y de las últimas décadas: los gobernantes actuales y los que los precedieron en los despachos nacionales, autonómicos, municipales o institucionales.