martes, 2 de agosto de 2011

Bécquer, la semilla

Hubo un tiempo en que la literatura era una asignatura espesa, cargada de datos que había que memorizar: títulos de libros, biografías de los autores, tendencias e influencias de éstos. Los estudiantes debían memorizar ese cúmulo de datos en su cabeza como si se tratara de un listado de minerales y sus propiedades físicas o una ristra de sucesos históricos despojados de cualquier explicación o demostración práctica. 

Pero entonces llegaba la lección del Romanticismo y las rimas de Bécquer. Los breves poemas del autor infortunado (se decía que murió joven, que tuvo amores imposibles, se contemplaba su retrato y se admiraban sus facciones agradables) empezaban a sonar en el aula. Los alumnos declamaban las rimas con un afán innegable de evadirse de otros temas de la asignatura menos excitantes, menos relacionados con los sentimientos, con la sensibilidad, con el amor universal que algunos chicos empezaban a sentir en sus propias entrañas.

Becquer se convertía en un aliado de los adolescentes. Sus rimas sonaban en clase, se escribían en los cuadernos, en las tapas de las carpetas, en los diarios personales. 

Qué es poesía dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul….

Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas…

No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira…

Hoy la tierra y los cielos me sonríen,
hoy llega al fondo de mi alma el sol…

Con las rimas se identifican los sentimientos y los estados anímicos propios, con sus leyendas se pasaba miedo y angustia. Todavía quedaban otros poetas por conocer, otros versos llenos de pasión o de sosiego que recitar. Miguel Hernández y Antonio Machado eran futuro. Pero la semilla estaba sembrada en nuestra sensibilidad. 

La literatura no era un rollo tan complejo como suponíamos cuando nos aprendíamos las lecciones anteriores, cuando leíamos pasajes de obras que todavía no estábamos capacitados para asimilar.
Por eso, por ese acercamiento a las letras, a la poesía, a los sentimientos, por eso, aunque ahora resulte trasnochado y un tanto cursi, por eso confieso sin ningún reparo que yo soy una auténtica adoradora de Bécquer.


sábado, 30 de abril de 2011

La abadía de los crímenes

Un rey mujeriego y ambicioso, una reina doliente y resignada, una monja perspicaz, una abadesa poderosa, un convento maldito donde la muerte golpea a las jóvenes novicias. Con estos ingredientes y un lenguaje certero e impecable, Antonio Gómez Rufo nos invita a viajar a las tierras catalanas del siglo XIII, donde se alza la magnífica abadía de San Benito. El rey llega con su cortejo y sus tropas, que acampan en las inmediaciones, para averiguar el autor y los motivos que han llevado a la muerte, en extrañas circunstancias, a varias monjas de poca edad. 
Al rey le asiste Constanza, una monja venida de otro convento, famosa por haber resuelto antes algún caso misterioso en su comarca. Con muchos silencios a su alrededor, con sus proyectos bélicos en la cabeza (Jaime está planificando la conquista de Mallorca e, incluso, de los territorios musulmanes de Valencia y Murcia) y la preocupación por las negociaciones entabladas con los nobles catalanes, que le han sugerido la batalla por las islas, con un amor incipiente por una joven dama de la reina (que acabaría siendo su segunda esposa), el rey se empeña en resolver el misterio cuánto antes. 
Lo consigue gracias a sor Constanza, que tiene habilidades científicas y una capacidad prodigiosa para deducir la verdad con las pocas pistas que encuentra en la abadía.

Este libro, "La abadía de los crímenes" es el que andaba buscando el pasado domingo. Me hice con él tres días después. El miércoles, 27 de abril, se celebró en Madrid La noche de los libros, y muchos autores se pasaron por librerías y comercios para firmar sus obras. Así que compré el libro con una firma de Antonio Gómez Rufo y una dedicatoria para mi madre. 
Este libro sí me parece un buen regalo para una madre.
Porque es ameno, porque es interesante y porque Gómez Rufo es uno de esos autores, mejor dicho, de esas personas del género masculino, que valoran a la mujer como ser humano con capacidad intelectual. Se percibe en sus obras y en sus entrevistas.


jueves, 14 de abril de 2011

República

El diario Público ha publicado hoy un cuadernillo con la República como protagonista y como asunto histórico. En su página web, además, ha incluido vídeos y audios con los artículos de la constitución que el parlamento surgido de las urnas en 1931 elaboró y aprobó.


Aquí están los artículos: pinchad y los escuchareis.

Y un vídeo sobre el 14 de abril al que también nos permite llegar Público.



Nota posterior: Una frase de Manuel Vicent, que escribe hoy un artículo de prensa:  
La República supuso en la historia de España una corriente de aire puro de renovación basada en la inteligencia, en la libertad, en la cultura y en la justicia social, que terminó en un baño de sangre.

domingo, 3 de abril de 2011

La realidad ¿es arte?

"Bajan las escaleras con lentitud, pulsando en cada piso el botón de la luz para no quedarse a oscuras". Esta frase, tan sencilla en apariencia, detuvo mi lectura. Apenas empezaba a familiarizarme con los personajes y los ambientes de Viene la noche", el tercer libro de la trilogía de Óscar Esquivias. Me vi bajando las escaleras de mi casa y pulsando el interruptor en cada rellano para evitar que se me fuera la luz en mitad de un tramo de escaleras. Un gesto tan cotidiano, tan ínfimo se había convertido ante mis ojos en materia literaria. 

Desde este momento estaba ya rendida a la novela. Que siguió sorprendiéndome cuando, siguiendo la lectura, empezaron a desfilar por sus páginas calles por las que he caminado, bares que conocía, ambientes que he contemplado más de una vez. Reconocer los sitios me hizo volver a ellos para recordarlos (y retratarlos) y me suscitó una cuestión, una duda sobre el arte realista o el realismo en el arte.

El intento de reflejar en un cuadro, en un escenario o en una novela, una serie de hechos, situaciones y ambientes inspirados en la vida real, que el autor conoce de primera mano, ¿es un aliciente para el lector o es un lastre, una disminución de la calidad de la obra? 

He leído artículos y reseñas de profesores y autores que opinan que el arte debe escapar de los límites y las limitaciones de la realidad, a fin de adquirir un rasgo más sublime, más universal. El arte, dicen, deber ser un tanto abstracto o ambiguo para no ser una mera fotografía de la realidad, sin valor cultural elogiable.

Durante un tiempo los prebostes de la cultura oficial despreciaron la pintura de Antonio López porque era demasiado realista. Sin embargo, contemplando un cuadro de López, observando su Gran Vía o sus tejados de Madrid desde la perspectiva de Vallecas, ¿quién se atrevería a compararlos o a confundirlos con una fotografía o un paisaje calcado?

En el caso de la literatura, cuando un escritor de ficción introduce en su novela datos tomados de la realidad física en la que se mueven sus personajes, (caso de la novela de Óscar Esquivias), no está, en mi particular opinión, elaborando un reportaje ni un documental, sino convirtiendo la vida real en materia literaria, tan válida y encomiable como cualquier argumento que procediera exclusivamente de su imaginación. Siempre que sea un buen escritor, claro está. Siempre que tenga talento y capacidad de fabulación, siempre que no se conforme con escribir lo que ve o lo que oye sin pasarlo antes por el tamiz de su estilo y de su talento. 

No obstante, detecto en algunas novelas, que suceden en tiempo presente en una ciudad auténtica, un cierto afán por eludir datos que servirían al lector para reconocer el lugar. ¿Acaso si el escritor aporta esos datos le restaría universalidad e interés a la novela? ¿Acaso perdería valor a ojos de un lector de Badajoz o de Santander si en sus páginas se mencionara el paseo de Recoletos o la pastelería La Mallorquina?


Por la calle de la izquierda, camino del bar, viene Benjamín caminando desde su calle.
Yo no soy profesional de la crítica ni de la enseñanza, pero creo que Viene la noche, una novela basada en una realidad viva, es una obra de arte, un retrato literario acertadísimo, ameno y elocuente de la ciudad en la que habitan sus personajes, una ciudad que se reconoce, que se menciona con nombres y apellidos. Porque los sentimientos, los desencuentros, los miedos, las ansias, las rencillas de quienes transitan por sus páginas podrían ser, cambiando de colores y tamaños, los de millones de personas de cualquier ciudad del planeta.

viernes, 25 de marzo de 2011

Viene la noche. Sitios reales. (2)

El bar La Pampa existe. El bar donde Benjamín se reúne con sus amigos es un local de muchos años, situado en una esquina muy concurrida, entre la calle Francos Rodríguez y la de Villaamil. Pasé por allí el domingo para asegurarme de que no lo habían derribado, pues en esta zona de Madrid los establecimientos comerciales y de hostelería cambian con excesiva frecuencia, como si se quedaran obsoletos en pocos meses. Pero aquí estaba, con su cartel de siempre, añejo y un tanto descolorido. Para que otros lectores de Esquivias conozcan el lugar, para que se ambienten, hice esta foto que dejo aquí.


Siguiendo la ruta que hace Benjamín cuando pasea de noche con su hijo Jaime,  tomé alguna foto de la calle Bravo Murillo, en dirección a Cuatro Caminos. 

Esta es la calle a la altura de la estación de Estrecho, que es a la que utiliza Benjamín cuando viene de su casa.


Y esta es una imagen de la calle a la altura del metro de Alvarado. A la izquierda, se entreve la fachada de la iglesia de San Antonio, a dónde Benjamín asiste con Teresa a misa. 
 

Y, por último, una imagen rápida de la Biblioteca Pública en la que Benjamín toma libros prestados. La imagen está escorada porque tuve la mala suerte de ir a hacer la foto una mañana en que la calle estaba cortada por los bomberos porque una caldera estaba echando demasiado humo. 
No se ven con claridad las escaleras donde se congregan los poetas que han hecho amistad con Benjamín. Lo que sí se ve es que hay tres pisos: el del mostrador de préstamo de libros es el primero.


Me pregunto si es enriquecedor o es un lastre para una novela empeñarse en retratar de manera tan fiel un barrio, unas calles, unos bares, unas formas de vida, prodigando detalles, como hace Esquivias. 
A mí me ha ayudado a mirar con otros ojos, más receptivos quizás, un barrio del que conozco algunas historias y por el que he paseado unas cuantas veces. 

domingo, 20 de marzo de 2011

Viene la noche. Tetuán, el barrio. (1)

Me apeo en la estación de Estrecho y miro a la gente que transita por el andén. Busco a Benjamín, el padre de Jaime, el marido de Teresa, el suegro de Sara. No veo a nadie de su edad a mi alrededor. Subo dos tramos de escaleras y salgo a la calle Bravo Murillo, a la altura de Francos Rodríguez. Sigo buscando a Benjamín. 
Ahora sí veo hombres mayores en las aceras. Ancianos que se mezclan con mujeres apresuradas, que cargan bolsas y tiran de la mano de criaturas jaleosas, y con docenas de chicos y chicas que han salido a divertirse y se agolpan ahora en los cruces de las calles y ante los escaparates de los comercios. Los rasgos de los jóvenes indican su condición de inmigrantes o, acaso, de hijos de inmigrantes venidos del norte de África o de un país del continente americano. Los viejos, en cambio, tienen cara de ser de aquí, de Madrid, o de Toledo, o de Almería, o de Burgos, como es el caso de Benjamín. A él, acostumbrado a sus vecinas dominicanas, le sigue, no obstante, sorprendiendo el aspecto de Bravo Murillo: desde hace unos años las aceras son un mosaico de ojos, pieles y cabellos diferentes, un conglomerado de razas y culturas, una especie de “naciones unidas” en miniatura.

¿Conocerá Benjamín la historia de esta calle, que dista alrededor de 500 metros de la de Wad Ras, en la que él habita?

Bravo Murillo debe su nombre al ministro de Isabel II que emprendió la tarea de traer agua potable a la ciudad desde un río que discurre por el norte de la provincia. A principios del siglo XIX esta vía era la carretera de Francia. Por ella  circulaban los viajeros que iban hacia el norte de la península y hacia los países europeos. O hacia los pueblos de Fuencarral o de Colmenar Viejo.

En 1860 las tropas del general O´Donnell, que venían de Marruecos, donde habían obtenido una victoria sonada sobre los nativos sublevados en Tetuán, levantaron sus tiendas junto a la carretera, en terrenos que pertenecían al consistorio de Chamartín de la Rosa. Al asentamiento se le dio entonces el pomposo nombre de Tetuán de Las Victorias. En años sucesivos el entorno se llenó de merenderos, tenderetes, casitas humildes, talleres de reparación, chatarrerías…. Hasta una plaza de toros se construyó en las inmediaciones.

En los márgenes de la carretera se  abrieron callejas, donde se avecindaron familias trabajadoras de pocos recursos. En 1929 recibieron con alborozo el metro, cuando la línea 1, Cuatro Caminos-Sol, se extendió hasta Tetuán. Sobre todo los que trabajaban en el centro de la capital. En 1948 la barriada se escindió del municipio de Chamartín de la Rosa y fue anexionada al de Madrid, lo que multiplicó su población, sus inmuebles y sus negocios.

En el margen occidental de Bravo Murillo quedan todavía caserones antiguos, de traza modesta y calidad dudosa, aunque también se han levantado cientos de edificios modernos cuyos precios no son ya tan asequibles para los bolsillos menos pudientes. En la vertiente oriental, las viviendas menos ostentosas conviven con los inmuebles de lujo y las torres de oficinas de alto nivel, ubicadas la mayoría en la zona conocida como AZCA.

Quizás Benjamín ya no transite por estas calles. Al fin y al cabo, los hechos que narra el libro que leemos, Viene la noche, de Oscar Esquivias, se remontan a las navidades del año 2006. Además, todavía ando por la página 200 de la novela, cuando la amante de Benjamín, Clarita, se ha ido a vivir a la costa con su hija. Igual Benjamín también se ha mudado de barrio. Igual ha sufrido un síncope a causa de su mal talante. Igual Teresa se ha cansado de hacerle las cenas y le ha puesto de patitas en la calle. Todo puede ser.
Bravo Murillo, dirección Tetuán. En la orilla derecha se ve la torre de la iglesia de San Antonio, a la que acude Benjamín con Teresa.
Leo este libro gracias a Pedro Ojeda Escudero y su propuesta de lectura colectiva, un experimento interesante. Sobre todo porque me ha permitido descubrir al autor y una novela como ésta.

sábado, 19 de febrero de 2011

Chamberí en blanco y negro


La tienda de la foto sigue existiendo hoy día, aunque ha cambiado de contenidos y de colores.
Tienda de ultramarinos de Santa Engracia 55, 1914
Han pasado tantos años que los niños que asoman a los balcones, atraídos por el reclamo del fotógrafo, serían ahora ancianos centenarios. Y los huevos cuestan muchísimo más que los 55 céntimos (de peseta, o sea, 0,003 euros) que anuncia el cartel del escaparate, encima de los montones de alubias o de garbanzos. Las latas de conservas y los sacos de legumbres ya no llenan el espacio interior de la tienda, sino que allí se venden libros y material de papelería, se hacen encuadernaciones, fotocopias, revelado de fotos digitales..

Los actuales propietarios conservan esta foto, ampliada y rutilante, en una de las paredes del establecimiento. Para recordar que todos somos herederos de una historia forjada por hombres y mujeres que nos precedieron en las calles de nuestros barrios, personas que algo hicieron para que esta ciudad (y cualquiera) sea como es en el presente. Para bien o para mal.

La foto se ha convertido en la portada de un libro publicado este mes y titulado "Chamberí en Blanco y Negro, 1875-1975" Los profesores Juan Miguel Sánchez Vigil y María Olivera Zaldua, han indagado en diversos archivos públicos y privados (ABC, Fundación Diario Madrid, Museo de Historia de Madrid, Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, Instituto del Patrimonio Histórico, Archivo General de la Administración) y han recopilado casi trescientas fotos para llenar de imágenes este libro. De ellas, han entresacado 60 para montar una exposición que estará abierta hasta el mes de marzo en el Centro Cultural Galileo.

Plaza de Chamberí, tenencia de alcaldía
Para quien ahora transita por estas calles populosas del centro de la ciudad, cuajadas de edificios, de bares, de coches ruidosos y veloces, es asombroso contemplar los mismos escenarios en una época en que todavía las calles estaban bordeadas por solares sin edificar, y por su empedrado circulaban carros tirados por mulas, tranvías y unos pocos automóviles renqueantes y casi elitistas. 

Esquina de Ríos Rosas con Santa Engracia, 1920
Y merece la pena admirar la labor de los fotógrafos de entonces, artistas que utilizaban sus artilugios, complicados y voluminosos, con una maestría que convierte sus imágenes en obras imperecederas.

Las fotos, por supuesto, son del libro que menciono.