jueves, 2 de abril de 2020

Héroes, héroes

Estamos acostumbrados a escuchar esta palabra en los medios de comunicación. Hasta hace unas semanas, era un título que se otorgaba a deportistas que conseguían triunfos o colaban goles en las porterías ajenas. Ahora el vocablo se atribuye a otras personas: a los profesionales que están en primera línea de la batalla contra el virus, especialmente (aunque no son los únicos) los trabajadores de la sanidad.

Y tienen merecido el título. Más que los futbolistas y otros deportistas de élite, algunos de los cuales nos enseñan en los telediarios cómo transcurren sus jornadas de confinamiento en los salones inmensos, en los gimnasios y en los jardines de sus mansiones millonarias. A estos yo nunca los calificaría de héroes porque según la definición de la Real Academia de la Lengua héroe es la "persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble". Los deportistas millonarios no son héroes. Los trabajadores sanitarios sí lo son.

Sin embargo, yo apostaría a que todos ellos, desde el médico más reputado hasta la celadora más joven, el limpiador de los aseos o el responsable de mantenimiento, preferirían no ser héroes, sino trabajadores bien pagados, bien dotados de material, bien tratados por las autoridades competentes y bien integrados en equipos humanos suficientes para cumplir sus tareas en cualquier estación del año (no solo en periodos de pandemia), en cualquier hospital o consultorio y en cualquier ciudad o pueblecito de España.

La "marea blanca" surgió en Madrid a finales de 2012 y se extendió por otras provincias en 2013. Los sanitarios empezaban entonces a expresar en las calles sus protestas, sus reivindicaciones, las deficiencias del sistema público de salud. Pero las soluciones no llegaron.
También manifestaban su desazón en privado, cuando tenían que justificarse ante el paciente por la tardanza en obtener una prueba clínica o el retraso en las consultas. A mí algún/a doctor o doctora me ha confesado, en un lapsus de confidencias, la frustración que sentía por no poder dedicar a su trabajo el tiempo y la energía que requerían según su criterio profesional, el enojo que le producía la cerrazón de la superioridad cuando demandaba recursos, la falta de personal y la sensación intensa de que en un futuro no muy lejano la sanidad pública se iba a ir al garete.

¿Después de esta crisis, del papel esencial y heroico que desempeñan los sanitarios, cambiarán las condiciones? ¿Los héroes serán escuchados, atendidos, complementados, mejorados, resarcidos por el esfuerzo descomunal de estas semanas, por su abnegación, por sus muestras de afecto a los enfermos, por sus descansos mínimos, por su imaginación para inventar material donde no lo había, por haber arriesgado su propia salud, por haberse alejado de sus familias para no contagiarlas, por haber enfermado?



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