sábado, 30 de abril de 2011

La abadía de los crímenes

Un rey mujeriego y ambicioso, una reina doliente y resignada, una monja perspicaz, una abadesa poderosa, un convento maldito donde la muerte golpea a las jóvenes novicias. Con estos ingredientes y un lenguaje certero e impecable, Antonio Gómez Rufo nos invita a viajar a las tierras catalanas del siglo XIII, donde se alza la magnífica abadía de San Benito. El rey llega con su cortejo y sus tropas, que acampan en las inmediaciones, para averiguar el autor y los motivos que han llevado a la muerte, en extrañas circunstancias, a varias monjas de poca edad. 
Al rey le asiste Constanza, una monja venida de otro convento, famosa por haber resuelto antes algún caso misterioso en su comarca. Con muchos silencios a su alrededor, con sus proyectos bélicos en la cabeza (Jaime está planificando la conquista de Mallorca e, incluso, de los territorios musulmanes de Valencia y Murcia) y la preocupación por las negociaciones entabladas con los nobles catalanes, que le han sugerido la batalla por las islas, con un amor incipiente por una joven dama de la reina (que acabaría siendo su segunda esposa), el rey se empeña en resolver el misterio cuánto antes. 
Lo consigue gracias a sor Constanza, que tiene habilidades científicas y una capacidad prodigiosa para deducir la verdad con las pocas pistas que encuentra en la abadía.

Este libro, "La abadía de los crímenes" es el que andaba buscando el pasado domingo. Me hice con él tres días después. El miércoles, 27 de abril, se celebró en Madrid La noche de los libros, y muchos autores se pasaron por librerías y comercios para firmar sus obras. Así que compré el libro con una firma de Antonio Gómez Rufo y una dedicatoria para mi madre. 
Este libro sí me parece un buen regalo para una madre.
Porque es ameno, porque es interesante y porque Gómez Rufo es uno de esos autores, mejor dicho, de esas personas del género masculino, que valoran a la mujer como ser humano con capacidad intelectual. Se percibe en sus obras y en sus entrevistas.


jueves, 14 de abril de 2011

República

El diario Público ha publicado hoy un cuadernillo con la República como protagonista y como asunto histórico. En su página web, además, ha incluido vídeos y audios con los artículos de la constitución que el parlamento surgido de las urnas en 1931 elaboró y aprobó.


Aquí están los artículos: pinchad y los escuchareis.

Y un vídeo sobre el 14 de abril al que también nos permite llegar Público.



Nota posterior: Una frase de Manuel Vicent, que escribe hoy un artículo de prensa:  
La República supuso en la historia de España una corriente de aire puro de renovación basada en la inteligencia, en la libertad, en la cultura y en la justicia social, que terminó en un baño de sangre.

domingo, 3 de abril de 2011

La realidad ¿es arte?

"Bajan las escaleras con lentitud, pulsando en cada piso el botón de la luz para no quedarse a oscuras". Esta frase, tan sencilla en apariencia, detuvo mi lectura. Apenas empezaba a familiarizarme con los personajes y los ambientes de Viene la noche", el tercer libro de la trilogía de Óscar Esquivias. Me vi bajando las escaleras de mi casa y pulsando el interruptor en cada rellano para evitar que se me fuera la luz en mitad de un tramo de escaleras. Un gesto tan cotidiano, tan ínfimo se había convertido ante mis ojos en materia literaria. 

Desde este momento estaba ya rendida a la novela. Que siguió sorprendiéndome cuando, siguiendo la lectura, empezaron a desfilar por sus páginas calles por las que he caminado, bares que conocía, ambientes que he contemplado más de una vez. Reconocer los sitios me hizo volver a ellos para recordarlos (y retratarlos) y me suscitó una cuestión, una duda sobre el arte realista o el realismo en el arte.

El intento de reflejar en un cuadro, en un escenario o en una novela, una serie de hechos, situaciones y ambientes inspirados en la vida real, que el autor conoce de primera mano, ¿es un aliciente para el lector o es un lastre, una disminución de la calidad de la obra? 

He leído artículos y reseñas de profesores y autores que opinan que el arte debe escapar de los límites y las limitaciones de la realidad, a fin de adquirir un rasgo más sublime, más universal. El arte, dicen, deber ser un tanto abstracto o ambiguo para no ser una mera fotografía de la realidad, sin valor cultural elogiable.

Durante un tiempo los prebostes de la cultura oficial despreciaron la pintura de Antonio López porque era demasiado realista. Sin embargo, contemplando un cuadro de López, observando su Gran Vía o sus tejados de Madrid desde la perspectiva de Vallecas, ¿quién se atrevería a compararlos o a confundirlos con una fotografía o un paisaje calcado?

En el caso de la literatura, cuando un escritor de ficción introduce en su novela datos tomados de la realidad física en la que se mueven sus personajes, (caso de la novela de Óscar Esquivias), no está, en mi particular opinión, elaborando un reportaje ni un documental, sino convirtiendo la vida real en materia literaria, tan válida y encomiable como cualquier argumento que procediera exclusivamente de su imaginación. Siempre que sea un buen escritor, claro está. Siempre que tenga talento y capacidad de fabulación, siempre que no se conforme con escribir lo que ve o lo que oye sin pasarlo antes por el tamiz de su estilo y de su talento. 

No obstante, detecto en algunas novelas, que suceden en tiempo presente en una ciudad auténtica, un cierto afán por eludir datos que servirían al lector para reconocer el lugar. ¿Acaso si el escritor aporta esos datos le restaría universalidad e interés a la novela? ¿Acaso perdería valor a ojos de un lector de Badajoz o de Santander si en sus páginas se mencionara el paseo de Recoletos o la pastelería La Mallorquina?


Por la calle de la izquierda, camino del bar, viene Benjamín caminando desde su calle.
Yo no soy profesional de la crítica ni de la enseñanza, pero creo que Viene la noche, una novela basada en una realidad viva, es una obra de arte, un retrato literario acertadísimo, ameno y elocuente de la ciudad en la que habitan sus personajes, una ciudad que se reconoce, que se menciona con nombres y apellidos. Porque los sentimientos, los desencuentros, los miedos, las ansias, las rencillas de quienes transitan por sus páginas podrían ser, cambiando de colores y tamaños, los de millones de personas de cualquier ciudad del planeta.