Hablar, charlar, conversar, platicar, dialogar, departir, hacer tertulia... hay unos cuantos vocablos para referirse a los placenteros momentos que dedicamos a intercambiar noticias, ideas, comentarios, sensaciones, anécdotas, chirigotas con los amigos y los conocidos. ¡Qué bueno es tener gente con la que hablar! Citarse con alguien para charlar es una de las actividades más sanas y beneficiosas en las que podemos emplear nuestros ratos de ocio.
Sí, es una actividad sana. Lo he expresado correctamente. conversar es una actividad grata pero también es saludable. Estoy segura de que mucha gente comparte conmigo esa opinión, pero si alguien lo duda, recurro al libro del que os entresacaba hace unos días ciertas frases referidas a la salud y el buen humor. El libro es "La fuerza del optimismo", del psiquiatra Luis Rojas Marcos.
Dice así el doctor Rojas: " No me canso de resaltar los beneficios emocionales que nos aporta hablar. Gracias a los vínculos que existen entre las palabras y las emociones, hablar no sólo nos permite desahogarnos y liberarnos de las cosas que nos preocupan, sino experimentar los sentimientos placenteros que acompañan a la comunicación entre personas queridas. De hecho, evocar, ordenar y verbalizar nuestros pensamientos en un ambiente acogedor es siempre una actividad gratificante. Por eso, somos muchos, aunque no lo digamos, los hombres y las mujeres que cuando no contamos con interlocutores humanos hablamos al perro, al gato, al pajarito o a la planta que viven en casa. Y no pocos nos sentimos mejor cuando hablamos con nosotros mismos, eso sí, en alto".
Cuando exponemos nuestras penas y nuestras inquietudes a una persona a la que estimamos, soltamos lastre y aligeramos la carga que llevábamos encima. La tristeza, la angustia, la añoranza parecen más livianas cuando la moldeamos en palabras para que nos entienda quien nos escucha. Hasta puede ocurrir que, al departir, nosotros mismos descubramos la fórmula adecuada para sobreponernos al mal trance.
Por eso, en otro capítulo del libro, afirma Rojas Marcos que las desdichas son para compartirlas.
Y si no tenemos un interlocutor, una oreja amiga en la que volcarnos, nos queda la solución que el propio psiquiatra apunta: hablar en voz alta con nuestro otro yo, increparnos o halagarnos, o colocarnos delante de un espejo y decirle con claridad lo que pensamos del hombre o la mujer que nos mira con atención desde el otro lado del azogue.
(Cuadros: La tertulia del Café Pombo, presidida por Ramón Gómez de la Serna, obra de José Gutiérrez Solana y La Tertulia, de Angeles Santos. Ambos cuadros pertenecen al Museo Reina Sofía)