jueves, 10 de julio de 2008

A favor del cuento (II)

Un poeta me dijo hace años que el cuento es una medida literaria muy adecuada para la vida moderna, que sólo te brinda espacios de tiempo breves y comedidos para dedicarte a la lectura. Mientras te desplazas en el transporte público de casa al trabajo o viceversa, cuando te sientas a desayunar en un cafetín o haces cola frente a la ventanilla del banco, mientras esperas turno en la consulta del médico o frente al mostrador de la pescadería puedes leerte las cuatro o cinco páginas que componen un relato. Desde el título hasta el desenlace.

Quien así procede en un establecimiento comercial es mirado por los demás parroquianos con curiosidad y, en algunos casos, con un pelín de envidia. "Para la próxima compra me traigo yo también un libro", me dijo una tarde una mujer de edad mediana, que había colocado su carro detrás del mío en un supermercado urbano. La mujer estaba tan aburrida como yo, porque era un día de gran ajetreo comercial y la espera se alargaba ya diez o quince minutos. La inmersión en un relato de misterio me ayudó entonces a sobreponerme a la impaciencia, a la sensación de estar perdiendo el tiempo que me hubiera soliviantado si me hubiera tenido que limitar a ver las maniobras de la cajera, mientras me tocaba a mí colocar mis alimentos en la cinta móvil de la caja.

Si lees, no te aburres, no te irritas, no te pones a pensar en lo que podías estar haciendo en otro sitio, no te mosqueas porque el litro de leche ha subido de precio o porque el niño que va con el señor de la cola de la izquierda te ha dado un codazo o un pisotón.

En el metro, en el autobús o en el tren, los cuentos son buenos compañeros de viaje. La lectura alivia la tensión del que va con prisa o el tedio de quien contempla a diario los mismos paisajes, las mismas escenas urbanas. Así lo deben haber pensado los responsables de la empresa de Transporte Urbano de Granada, que subvenciona la edición de Relatos para leer en el autobús.

También he encontrado un volumen de cuentos con un destino similar. Se titula Cuentos breves para leer en el bus, y está editado por Belacqua de Ediciones.
Si tenéis alguna sugerencia al respecto, decídmela, por favor. Y si os ha ocurrido algo divertido cuando estabais leyendo fuera de casa, me gustará saberlo.

25 comentarios:

Maria dijo...

Excelente idea. Voy a poner uno en mi bolso ahora mismito. Besos

Guadalupe Munguia dijo...

Pues no sé si será gracioso, pero ahí va...

Yo aprendí a leer muy rápido, por vicio: cuando era pequeña, solía acompañar a mi madre a hacer la compra "mensual", el supermercado. Como éso de escoger tomates me aburría muchísimo, me pasaba por la sección de libros, escogía uno y me ponía a leerlo durante las dos horas que a mi madre le tomaba hacer la compra. Al momento de marchar, memorizaba la página donde se había interrumpido la lectura y, luego, me iba a esconder el libro en diferentes secciones del mercado: la de ropa, farmacia y demás. Pasado un mes, cuando regresábamos a surtir la despensa, buscaba el libro y continuaba la lectura. Cierto es que a veces no podía encontrarlo porque lo habían devuelto a su lugar y alguien lo había adquirido. Eso me daba muchísima rabia, así que mi estrategia fue leer más rápido. Así me leí, por ejemplo: Mujercitas, Moby Dick, La Isla del tesoro...bueno, creo que hasta el Mio Cid y la Iliada.

Eso antes, cuando los supermercados no consideraban que, leer ahí equvalía tanto como robarse algo. Ahora no, los libros vienen presos en bolsas de plástico, con los chips esos de seguridad.

Miriam dijo...

Lo del supermercado no lo había pensado... si soy de las que lleva un libro cuando prevee una espera, por ejemplo una cita el médico.
Cuando era pequeña, mi padre se había tomado la costumbre de regalarme libros acorde a la edad, para acompañar mi crecimiento y adentrarme en la buena costumbre de la lectura. De hecho lo consiguió, tanto que me agarró como una fiebre literaria y no paraba nunca de leer! En todos los lados de la casa y a cualquier hora.
Tenía en esa época terribles problemas de estreñimiento, con lo cual me pasaba en esos menesteres muchiiiiiiiiiisimo tiempo, por supuesto munida de mi libro de turno. Tanto que mi madre tuvo que ponerme los puntos y hasta esconderme los libros y ponerme horarios. Imaginen a toda la familia pendiente del baño!!
Me reí mucho de mi misma acordándome de este episodio que ya había olvidado.
Besos y comenzaré a llevarme un libro al super!

Anabel Rodríguez dijo...

Parece que los cuentos dan la medida para una vida moderna y muy urbana. Si te das cuenta todas tus esperas resultan de lo más urbanitas ¿cierto?. Yo no llevo cuentos, desde hace algún tiempo, cuando comencé este periplo en el dentista, que creo no acabaré en la vida, opté por los libros finitos de bolsillo, con un tamaño adecuado para poder llevarlo en un bolso, a mi no me importa demasiado interrumpir la lectura, así que me van mejor las novelas que no sean muy largas. Gracias a mi hija Patricia (que me provocó una inflamación en el nervio del diente), al dentista(que no termina con la consiguiente endodoncia, y van no sé cuantos meses), y a dos días de aburrimiento en la sala de espera, he conseguido el tiempo del que habitualmente no dispongo para leer. Leí Firmin, El niño del pijama de rayas, Seda, Elegía... y ahora ando con la última de Eduardo Mendoza,
Por cierto, hoy ya no era la única que leía en la sala de espera, y es que la tele no es lo mismo, ni se parece.
Besos gordos y sonoros MUAC

Anónimo dijo...

En el bus que voy todo el mundo va leyendo, va a la uni.
Pues leyendo por la calle me he dado trompazos con un semáforo, vigilando exámenes se me ha ido el santo al cielo y me han tenido que llamar: oiga,oiga, que seguimos aquí.O se me olvidan las citas.
Pero te contaré un secreto. Siempre hemos tenido en casa una sala de lectura, con estanterías de libros hasta el techo, sillones cómodos...
Hace tres años debido a una crisis personal, me mudé de casa y me deshice de todos los libros. Los guardé en los armarios de la universidad, en casa había uno o dos.Y poco a poco han ido volviendo solos, cada uno a su debido tiempo. Ahora tengo 1 estantería para los nuevos y los que vuelven. Una sola.
Besos

Ferragus dijo...

Me es imposible leer en un vehículo en movimiento: nauseas, jaqueca. No obstante, en los trámites de oficina, de esos que sabes que te demoras, ahí está mí libro. Se agradece el desarrollo de las técnicas de impresión, el tamaño amable que le han dado al libro.
Recuerdo un episodio de risa que generé en público, por culpa de mí muy estimado Francisco de Quevedo. Inclusive escribiendo esto, sonrío con sus clases de esgrima.

Un beso, Cecilia.

CarmenS dijo...

Así que no soy yo la única rara, la única que saca un libro en los sitios más inadecuados o se pone a leer en las posiciones menos cómodas.
Me encantan vuestras historias. Os agradezco que me las conteis

Anónimo dijo...

Tomo nota de esta recomendación. Y apoyo totalmente tu post. Un beso.

copperhead dijo...

Muchas gracias por tu comentario Cecilia... no te imaginas la cantidad de cosas que he aprendido en estos días. Confiaba en el profesor del taller de escritura, pero nunca pensé que podría sacar tantas buenas cosas de una experiencia como esta. Supongo que en el fin de semana tendré que dedicarle un post al profesor...
He "tenido" que escribir todos los dias, y eso me ha hecho ver que soy perfectamente capaz de hacerlo. La inyección de optimismo no podría haber sido mayor!

Unknown dijo...

En las colas del super no leo, vivo en un puebo y tampoco es que haya mucho atasco. Además si lo hiciera me llevarían directa al loquero. En los autobuses había leído muchísimo y en el tren. Ahora mis ojos me pasan factura.
Leo en la piscina o en la playa, en la playa no pasa nada, en la piscina del pueblo la gente de mi edad me miran con cara de asco y se creen en la obligación de hablarme. Una vez oí que decían: ya está otra vez con el libro, seguro que no lee, sólo lo finge para hacerse la interesante...
En fin.

begoyrafa dijo...

Yo también suelo llevar un libro conmigo casi siempre. Lo que hay que hacer es elegir el formato adecuado; mejor de bolsillo o que no tenga muchas páginas; el cuento quizá sea lo mejor. Yo también me he pegado más de un cabezazo contra una señal inoportuna por ir leyendo por la calle. Cuando estudiaba en Oviedo el trayecto en tren era sagrado.
Un abrazo
Rafa

Álvaro Dorian Gray dijo...

Me pasó con el libro de El Perfume. Estaba tan metido en la historia que cuando llegaba mi parada de metro, entrecerraba los ojos y absorvía olores entre la gente, me descubrí ¡oliendo a personas desconocidas!!
Me gustó la sensación..
Interesante estos certámenes que hacen florecer nuestras ansias por la escritura.
Saludos y salud

Anónimo dijo...

Yo siempre llevo un libro en el bolso, siempre. Así se me hace más llevadero todo, y es que yo no puedo prescindir de mis libros :)

Hace unos días hemos tenido pintores en casa. Mi estudio lo tuve que desmantelar al completo, y ahora me toca volver a colocar todos mis libros en las tres estanterías (hasta el techo) más un armario que también los acoge. Lo haré este fin de semana y no sabes qué alegría volver a tocarlos, a hojearlos... Nunca podré deshacerme de mis libros. Ellos me han salvado de muchísimas tristezas y soledades. Son mis amigos de verdad :)

Un abrazo,

Anónimo dijo...

Es así Cecilia leer cuentos te hace evitar el aburrimiento ,muy interesante lo que has escrito y un buen dato,además leer mejora la ortografía,la dicción,amplia tu mundo,te mantiene despierta ,ejercita la mente,es mil veces más beneficioso que ver televisión,leer estimula la imaginación,te hace saborear una historia de otro modo.
Así que para los que son ansiosos y no pueden estar días con otros libros,los cuentos son una buena opción.
Gracias Cecilia por este post.Que tengas un buen día.

Abuela Ciber dijo...

Que buen aporte, siempre levo un libro conmigo, hasta cuando viajo por placer!!!!
Es la costumbre y siempre hay un momento para disfrutar de la sana lectura.
Ojalá se le enseñara a los niños de ese placer.
Cariños

Anónimo dijo...

Cuando iba a trabajar era doblemente marciana: una porque iba en bus (mis compañeros mantienen un extraño duelo para ver quién tenía el coche más potente y más caro) y la otra porque iba leyendo. Ah, y mira, ahora me acuerdo de una cosa, que no es que sea divertida. Yo en la peluquería siempre llevo mi propio libro. Un día les dije que iba a pasar mi hija por allí (las chicas de la peluquería no la conocían) para cortarse el pelo, y la siguiente vez que fui me comentaron: "No hizo falta que nos dijera nada. Era inconfundible porque ella también venía con un libro"

memoria dijo...

Cómo me gustan los cuentos. También yo soy de las que suele llevar algo para leer en el bolso. Aunque sepa que no vaya a tener ocasión de sacarlo, lo llevo. El otro día me vino bien en la cola de Correos. Hace poco han estrenado unas nuevas oficinas, en las que han tenido la genial idea de poner bancos en los que sentarse. Fui a recoger un paquete y, aunque no había demasiada gente, el tiempo pasaba y pasaba. Me senté (se estaba más fresquita que en la calle), saqué el libro y se me pasó el turno, así que tuve que volver a coger número. Creo que estuve allí cerca de una hora, tiempo suficiente para leer unas cuantas páginas. Aunque como la sala de espera de la consulta médica todavía no he encontrado.

m.eugènia creus-piqué dijo...

He leído y leido hasta la saciedad de pequeña y de jovencita, en todas partes, de mayor por desgracia mucho menos y es que me canso enseguida,en los transportes no lo he logrado nunca pues me mareaba, es una pena lo que me ha pasado con los libros, no se a que es debido, en cambio leo muchísimo a traves de internet, periódicos, cosas científicas, de medicina...todo lo que me echen, que cosa más rara verdad ?

Marcelo dijo...

Yo soy un gran lector de autobuses, metros, trenes, aviones...y hasta caminando. No viene al caso, pero acabo de leer el pequeño señor Friedemann de T. Mann, y me pareció sencillamente fantástico.

Fernando Manero dijo...

Los espacios para la lectura son infinitos y extraordinariamente versátiles, adaptables a la persona y abiertos a todo tipo de iniciativas. Pero lo importante es encontrar siempre un momento para leer y entender que la lectura ha de ser una de las mejores formas de ocupar el tiempo. Nunca deberá ser, en mi opinión, la única, pero sí de las más importantes. A veces leer requiere esfuerzo, pero conviene hacerlo. Tras haber leido se tiene la sensación de que se ha aprendido algo nuevo y de que el hecho de leer nos ha convertido en mejores personas. Porque, ¿quién tras una buena lectura tiene ganas de insultar a alguien, de tirar basura al suelo o de destrozar un árbol?

dudo dijo...

hasta hace unos meses, sí, la cosa era llevar un libro para leerlo en el bus, en la sala de espera... y no tanto para matar el tiempo, sino por leer, porque si no no tenía tiempo (o todo el tiempo que quisiera...) ahora que lo que me sobra es tiempo para leer, lo que hago es elegir bien el sitio: banco de parque en el sol y sombra de un olivito. ayer se me acerca una señora mayor y me pregunta:
- qué, ¿estudiando, maja?
- no, señora, leyendo.
- andá... qué bien...
pues eso. sí. que qué bien.

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Estoy de acuerdo contigo. Yo soy deboradora de relatos (ahora estoy leyendo "Vivir adrede" de Mario Benedetti)y siempre procuro llevar un libro en el bolso, para la espera en la consulta del médico, a la sombra de un árbol o por ejemplo, cuando estaba esperando que me tocara pasar a una tutoría en un curso que hice. El profesor se sorprendió verme leer mientras le esperaba, porque en este caso fue él el que llegó tarde, tenía que desplazarse desde Granada a mi ciudad y me dijo, que no era normal ver a una mujer leyendo a la espera de una tutoría.
Me alegra que defiendas este género, si necesitas apoyo, aquí tienes el mío.
Saludos

dudo dijo...

gracias por lo del skype. lo tengo instalado y me he comprado una webcam y unos auriculares con micro a lo britney spears. en cuanto gurmo se instale definitivamente en pekín (aún anda buscando piso) podré hablarle, y cuando nazca su sobrino lo podrá ver.
pero gracias otra vez, de verdad.

Tesa Medina dijo...

Totalmente de acuerdo, aunque prefiero la novela, que siempre va conmigo igual que mi abanico. Colas, esperas en cualquier gestión, trayectos largos, saco mi libro y me olvido del mundo.

Si no hay acción en mi vida hay lectura y mi humor se mantiene con buen tono.

Besos.

Sibyla dijo...

Sabes, al vivir en Granada, me beneficio de esos micro relatos que el transporte urbano regala a sus viajeros.
El que muestras en tu post, es el último que he leído, disfrutando mientras hago mi recorrido rutinario.
Uno de los relatos anteriores, estaba escrito por el ilustre académico Francisco Ayala, y fue toda una delicia leerlo en el autobús.

Un abrazo:)