José Luis Sampedro me acompaña estos días en mis trayectos de autobús o de metro y en los tiempos de espera. En enero salió en edición de bolsillo “Escribir es vivir”, una especie de biografía, elaborada por su mujer, Olga Lucas, a partir de un cursillo que impartió el escritor en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, de Santander, en julio de 2003. El libro cabe en el bolso y pesa poco: un formato ideal para andar con él por la ciudad.
Sampedro relata en sus páginas la vida de un chico que nació en Tánger y se educó en diversos lugares de España, que sacó unas oposiciones y consiguió un trabajo en Aduanas, que estudió una carrera y trabajó en una entidad bancaria, ligando todas esas experiencias a su formación como escritor y a la redacción de sus primeras obras, antes de darse a conocer como el magnífico literato en el que hoy le tenemos. Todos sus avances profesionales, sus éxitos y las alabanzas recibidas se exponen sin altanería ni envanecimiento, lo que demuestra la elevada categoría humana del hombre que narra.
Mientras espero mi turno ante la consulta del médico, que va a darme un pinchazo doloroso en la muñeca, me traslado a Santander para seguir escuchando al maestro. Sampedro está hablando de su experiencia como profesor de Estructura Económica en la Universidad. Y entonces interviene ella, Olga Lucas, la mujer que anota su discurso para trasladarlo después al libro que llegará a los lectores.
Un impulso me lleva a las últimas páginas del volumen, donde encuentro dos epílogos, uno del propio autor, reconociendo el valioso trabajo de su auxiliar de cátedra, su esposa, y otro firmado por ella, por Olga Lucas, en el que revela sus estados de ánimos en los días en que asistía al curso dedicado a la obra de José Luis Sampedro en la Universidad Menéndez Pelayo.
Unas fechas antes de viajar a Santander Olga había sido operada de un cáncer de mama. Cuando empezaron las sesiones, la mujer seguía con los vendajes de la herida. Había pedido el alta anticipada en el hospital para estar en la universidad con el escritor, y eso la obligaba a curarse ella misma y cambiarse los apósitos, faena dura y dolorosa por demás.
“Hacer este viaje en estas condiciones a mucha gente le parece una insensatez. Puede que lo sea, pero gracias a esta insensatez no estoy ahora con mi compañera María llorando nuestra desgracia. Gracias a esta insensatez le estoy demostrando a mi entorno que soy fuerte”.
Esa insensatez de Olga me permite ahora tener este libro entre las manos. Un libro que recomiendo a todos los que amen la lectura, porque reúne calidad y amenidad, corazón e inteligencia, sentimientos y lucha.
Cuando me llama la enfermera para que entre en la consulta, tengo los ojos empañados. He perdido cualquier atisbo de temor por el pinchazo en este rato de espera con Olga y José Luis.
2 comentarios:
Me gusta el mundo que se ve desde tu balcón, Cecilia. Gracias por la recomendación del libro de Sampedro... va a la lista de los que tengo pendientes.
A veces, las desgracias ajenas nos acercan a sus almas y descubrimos grandes tesoros que antes nos parecían vacios....Gracias por tu recomendación... Volveré a tu balcón... y muchas gracias por tu comentario en mi blog.Un abrazo.Angela
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