viernes, 15 de mayo de 2020

No estorben el futuro

Esta mañana he saludado por vez primera a ras de calle, manteniendo los dos metros de distancia física, a una de las vecinas con las que he compartido bastantes tardes de aplausos. Aunque llevamos muchos años habitando en edificios enfrentados y vivimos casi a la misma altura, nunca habíamos cruzado un saludo. Hace unos días la mujer contó desde lejos que su marido había estado ingresado tres días en un hospital por una afección que no tenía nada que ver con el maldito virus. Y hoy yo me he detenido en la acera para preguntarle por su salud.

Alguna cosa buena tenía que dejarnos el tiempo largo del encierro: nuestros vecinos ya no nos son unos desconocidos.

Ahora que podemos salir de casa a pasear, a disfrutar del aire (tan limpio todavía) de la primavera urbana, el encierro parece menos agobiantes. Ya no se nos caen las paredes encima. Pero seguimos preocupados por lo que se nos viene encima.

¿Cuántos desempleados volverán al trabajo en los meses venideros? ¿Podrán acabar el curso los escolares? ¿Cómo iniciarán el próximo curso en septiembre? ¿Podrán volver los mayores a reunirse con sus amigos o a asistir a las clases de pintura de su centro cultural sin temor a ser víctimas del maldito virus?¿Sobrevivirán las pequeñas tiendas a los inconvenientes para despachar a sus clientes y pagar sus facturas?¿Seguirán subiendo los precios de los productos que en el campo se pagan, sin embargo, peor que hace unos meses? ¿Se recuperarán los sanitarios enfermos, se reforzarán las plantillas, se nos procurará mejor atención primaria?

Podría seguir haciendo preguntas. Pero creo que nadie podría dar una respuesta exacta puesto que la historia del maldito virus está todavía por desarrollarse.

También creo que si los individuos e individuas empeñados en estorbar el proceso siguen campando a sus anchas, el problema se va a estirar más tiempo que en otros ámbitos semejantes al nuestro. Esta semana a los sempiternos voceros o bocazas políticos y a los tertulianos ignorantes, que no saben sino sembrar miedo y odio, se les han unido un rebaño de tipejos que aprovechan la hora del paseo para manifestarse, hombro con hombro, con sus banderas de aguiluchos y sus palos de golf en algunas plazas de Madrid, haciendo ruido y lanzando consignas que evocan los tiempos de la disolución de la dictadura.

¡Qué poco hemos cambiado! Decían que de esta crisis íbamos a salir siendo mejores personas pero  cuando las televisiones, la prensa, las redes siguen estando llenas de bulos, de insultos, de amenazas y de imágenes agresivas, lo pones en duda.

¡Hermosa ciudad sin coches!

1 comentario:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Es lo malo, los que gruñen y estorban.