Más de la cuarta parte de los lectores de periódicos españoles tienen más de 55 años. Eso dice el Libro Blanco de la Prensa Diaria, referido a 2007. Los quiosqueros puedan dar fe del fenómeno: sus parroquianos mayores son abundantes y van en aumento. Será por que disponen de más tiempo libre que los sectores de edad más jóvenes (ya no cuidan de los hijos y, en algunos casos, están jubilados o prejubilados); será por que les mueve mayor interés por lo que se cuece en el mundo; será por que lo que se ahorran en comida se lo gastan en papel. Será por lo que sea, pero el dato es fidedigno y debieran tenerlo en cuenta quienes redactan las noticias de los periódicos y quienes se promocionan en ellos.
Porque los mayores se quejan de la prensa. Dicen que los discrimina y los olvida, que incluye pocas informaciones que aprovechen a los colectivos de jubilados. Dicen que en los anuncios sólo aparecen gentes jóvenes y robustas, como si ellos, los mayores, no fueran también compradores de alimentos y de cosméticos, como si no viajaran o no utilizaran ordenadores... Hasta la letra es pequeña, protestan algunos, y eso les impide leer el periódico sin ponerse las malditas gafas “de cerca” cuando viajan en el metro o en el autobús.
En cuanto a los libros, las cifras son penosas. He encontrado un informe de la Federación de Gremios de Editores de España sobre "Hábitos de lectura y compra de libros”, fechado en 2005, que indica que el 37,9 % de los españoles que tienen de 55 a 64 años lee con frecuencia, el 10, 7 % lee en contadas ocasiones y el 51,4 % no lee nunca. Si subimos al tramo de los 65 años, las cifras se desploman: el 22,1 % lee con frecuencia, el 9% en ocasiones y el 68,9 % no lee nunca. O sea, dos de cada tres viejos no toca jamás un libro. ¡Qué pena!
Quizás influya también en esto el tamaño de la letra, que suele ser pequeña en los libros de primera edición y diminuta en las ediciones de bolsillo. Quizás consideren los libros caros, pero existen las bibliotecas públicas y no hay limitaciones de edad para los socios. Quizás les resulten farragosos algunos argumentos, pero le pueden pedir consejo al librero exponiéndole de antemano sus gustos y sus condicionamientos culturales…. Quizás no encuentren momento para ponerse a leer porque se pasan la mañana y la tarde sentados ante el televisor... ¡Esto sí que es un problema! ¿Qué podríamos hacer los demás para evitar la adicción a los programas insustanciales y convencerlos para que lean?
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