domingo, 20 de marzo de 2011

Viene la noche. Tetuán, el barrio. (1)

Me apeo en la estación de Estrecho y miro a la gente que transita por el andén. Busco a Benjamín, el padre de Jaime, el marido de Teresa, el suegro de Sara. No veo a nadie de su edad a mi alrededor. Subo dos tramos de escaleras y salgo a la calle Bravo Murillo, a la altura de Francos Rodríguez. Sigo buscando a Benjamín. 
Ahora sí veo hombres mayores en las aceras. Ancianos que se mezclan con mujeres apresuradas, que cargan bolsas y tiran de la mano de criaturas jaleosas, y con docenas de chicos y chicas que han salido a divertirse y se agolpan ahora en los cruces de las calles y ante los escaparates de los comercios. Los rasgos de los jóvenes indican su condición de inmigrantes o, acaso, de hijos de inmigrantes venidos del norte de África o de un país del continente americano. Los viejos, en cambio, tienen cara de ser de aquí, de Madrid, o de Toledo, o de Almería, o de Burgos, como es el caso de Benjamín. A él, acostumbrado a sus vecinas dominicanas, le sigue, no obstante, sorprendiendo el aspecto de Bravo Murillo: desde hace unos años las aceras son un mosaico de ojos, pieles y cabellos diferentes, un conglomerado de razas y culturas, una especie de “naciones unidas” en miniatura.

¿Conocerá Benjamín la historia de esta calle, que dista alrededor de 500 metros de la de Wad Ras, en la que él habita?

Bravo Murillo debe su nombre al ministro de Isabel II que emprendió la tarea de traer agua potable a la ciudad desde un río que discurre por el norte de la provincia. A principios del siglo XIX esta vía era la carretera de Francia. Por ella  circulaban los viajeros que iban hacia el norte de la península y hacia los países europeos. O hacia los pueblos de Fuencarral o de Colmenar Viejo.

En 1860 las tropas del general O´Donnell, que venían de Marruecos, donde habían obtenido una victoria sonada sobre los nativos sublevados en Tetuán, levantaron sus tiendas junto a la carretera, en terrenos que pertenecían al consistorio de Chamartín de la Rosa. Al asentamiento se le dio entonces el pomposo nombre de Tetuán de Las Victorias. En años sucesivos el entorno se llenó de merenderos, tenderetes, casitas humildes, talleres de reparación, chatarrerías…. Hasta una plaza de toros se construyó en las inmediaciones.

En los márgenes de la carretera se  abrieron callejas, donde se avecindaron familias trabajadoras de pocos recursos. En 1929 recibieron con alborozo el metro, cuando la línea 1, Cuatro Caminos-Sol, se extendió hasta Tetuán. Sobre todo los que trabajaban en el centro de la capital. En 1948 la barriada se escindió del municipio de Chamartín de la Rosa y fue anexionada al de Madrid, lo que multiplicó su población, sus inmuebles y sus negocios.

En el margen occidental de Bravo Murillo quedan todavía caserones antiguos, de traza modesta y calidad dudosa, aunque también se han levantado cientos de edificios modernos cuyos precios no son ya tan asequibles para los bolsillos menos pudientes. En la vertiente oriental, las viviendas menos ostentosas conviven con los inmuebles de lujo y las torres de oficinas de alto nivel, ubicadas la mayoría en la zona conocida como AZCA.

Quizás Benjamín ya no transite por estas calles. Al fin y al cabo, los hechos que narra el libro que leemos, Viene la noche, de Oscar Esquivias, se remontan a las navidades del año 2006. Además, todavía ando por la página 200 de la novela, cuando la amante de Benjamín, Clarita, se ha ido a vivir a la costa con su hija. Igual Benjamín también se ha mudado de barrio. Igual ha sufrido un síncope a causa de su mal talante. Igual Teresa se ha cansado de hacerle las cenas y le ha puesto de patitas en la calle. Todo puede ser.
Bravo Murillo, dirección Tetuán. En la orilla derecha se ve la torre de la iglesia de San Antonio, a la que acude Benjamín con Teresa.
Leo este libro gracias a Pedro Ojeda Escudero y su propuesta de lectura colectiva, un experimento interesante. Sobre todo porque me ha permitido descubrir al autor y una novela como ésta.

11 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Son espacios y gentes bien reconocibles, en efecto.
Gracias por sumarte.

Merche Pallarés dijo...

¡Excelente descripción histórica y reciente del barrio! Cuánto me alegro de que te hayas sumado a la lectura, querida Ceci. Tu aportación es muy, muy interesante. Besotes, M.

Euphorbia dijo...

Es una ventaja conocer las calles por las que transitan los protagonistas.
Todas las ciudades tienen esos espacios de mezcla donde habitan los "antiguos" con los "nuevos" con mayor o menor fortuna.
Un abrazo Cecilia

Manu Romo dijo...

Me encanta la novela costumbrista, para mí, Galdós, Valera y la Pardo Bazán, sus máximos representantes.
Pero por el fragmento de "Viene la noche", me apunto a Óscar Esquivias.
Gracias.

Laura dijo...

Interesante propuesta e interesante pedacito de historia. Yo también he paseado por Madrid alguan vez imaginando que podría encontrarme con el personaje de la novela que estoy leyendo.

Un slaudo

Mercedes dijo...

No conozco a este autor, parece que merece la pena, gracias Cecilia. Tu descripción, maravillosa, invita a leer la novela.

Anónimo dijo...

Qué bien narras en este artículo. A Pedro no lo conozco, solo le he leído comentarios muy acertados en el blog de Elena Casero, creo.
He buscado para ver dónde aparecía esta propuesta de lectura colectiva -es una idea muy buena- pero solo llego a un blog- Manifiesto.
Besos

Ferragus dijo...

Gracias por tan interesante descripción, Cecilia; pude ver esas imágenes de Tetuán de las Victorias en sus inicios. Una invitación a buscar esa novela y sumergirse en su ambiente. Cariños.

Myriam dijo...

Hola Cecilia:

Me gustó mucho la descripción histórica que haces de la calle Bravo Murillo. Detalles que al no ser española desconocía, aunque conozco muy bien Madrid y gran parte de España.

saludos

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Tiene muy buena pinta esta resxeña que nos haces, así que habrá que buscarlo y ver si es lo interesante que a tí te está pareciendo.
Muchas gracias por la información.
Besicos muchos.

Álvaro Dorian Gray dijo...

Mi gran Tetuan, qué buen barrio para andar y perderse. Es uno de los pocos barrios de Madrid que aún conservan el toque de pueblo.
Saludso y salud