Releer después de varios años un libro que te deleitó, te impresionó y te conmovió la primera vez que te introdujiste entre sus páginas, entraña unos riesgos. Puedes sufrir un hondo desengaño. Tú has cambiado, has adquirido conceptos y experiencias como persona y como adicta al arte de la escritura. También el mundo ha cambiado a tu alrededor: las circunstancias físicas, la ideología política, la tecnología ha evolucionado de una forma tan rápida y contundente que la evocación de lo que ocurría hace quince o veinte años, nos parece un retorno, no al siglo XX, sino al XIX y nos suscita una pregunta tonta. ¿Cómo nos las apañábamos para vivir sin los aparatos y ventajas de los que hoy disponemos?
Así que no es de extrañar que la relectura de “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, te resulte decepcionante. Hoy día imaginar a un reportero de una emisora de radio, tocado con un sombrero de copa de aluminio en el que lleva el receptor y el transmisor telegráfico, induce a la risa. Supongo que en el año 1931, cuando Huxley escribió su obra, no podía sospechar, ni aún utilizando al máximo su evidente capacidad de imaginar y fabular, que algún día los teléfonos perderían los cables que los sujetan al suelo y podrían llevarse de un lado para otro y utilizarse para mandar mensajes de texto, plasmar fotografías y grabar películas.
El propio autor reconocía, quince años después de la primera edición de su obra, que el texto estaba desfasado en asuntos de técnica y avances científicos. “Un mundo feliz no contiene referencia alguna a la fisión nuclear. Y, realmente, es raro que no la contenga; porque las posibilidades de la energía atómica era ya tema de conversaciones populares algunos años antes de que este libro fuera escrito”, escribe Huxley en el prólogo de la reedición, justificandose, sin embargo, porque el tema del libro no era el progreso de la ciencia, el cual se daba por hecho.
Si lo que a Huxley le interesaba era la evolución y prosperidad de la humanidad, si él quería centrarse en el nuevo tipo de relaciones que se establecería entre los hombres y las mujeres, entre los viejos y los jóvenes, entre los dirigentes y los súbditos de la sociedad utópica, también hay ciertas carencias que ya el autor reconoció en su momento. La civilización que describe es un lugar cómodo en el que vivir, con todas las necesidades fisiológicas aseguradas, sin enfermedades ni problemas que causen infelicidad en sus miembros. Las personas cumplen un trabajo para el que han sido “incubadas” y no aspiran a nada que esté fuera de su alcance. No tienen libertad de elección ni de creencias, pero no son conscientes de ello y no se quejan ni se rebelan.
La reserva de los salvajes, por el contrario, es un reducto donde imperan la miseria y la suciedad, la incomodidad y el dolor. No hay término medio entre un ámbito y el otro. “Si ahora tuviera que volver a escribir este libro, ofrecería al Salvaje una tercera alternativa”, escribe Huxley, mencionando la posibilidad de crear un espacio donde se utilizara la técnica con fines benéficos para el ser humano y no para esclavizarlo y condicionarlo.
¿Recordáis el argumento? En una sociedad avanzadísima, donde se gestan los niños para cumplir una misión concreta en la vida, irrumpe un salvaje, un hombre nacido en una reserva india, que ha leído a Shakespeare y cree en Dios y en el amor tradicional. El conflicto se plantea cuando es transportado a la civilización y discrepa con una mujer que le desea, con los dirigentes que privan a la humanidad de pensamientos individuales, con una sociedad que no entiende el dolor ni la desesperación ante la muerte. El salvaje se aísla, pero la población le persigue, le acosa y acaba por inducirle al desastre.
Así que no es de extrañar que la relectura de “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, te resulte decepcionante. Hoy día imaginar a un reportero de una emisora de radio, tocado con un sombrero de copa de aluminio en el que lleva el receptor y el transmisor telegráfico, induce a la risa. Supongo que en el año 1931, cuando Huxley escribió su obra, no podía sospechar, ni aún utilizando al máximo su evidente capacidad de imaginar y fabular, que algún día los teléfonos perderían los cables que los sujetan al suelo y podrían llevarse de un lado para otro y utilizarse para mandar mensajes de texto, plasmar fotografías y grabar películas.
El propio autor reconocía, quince años después de la primera edición de su obra, que el texto estaba desfasado en asuntos de técnica y avances científicos. “Un mundo feliz no contiene referencia alguna a la fisión nuclear. Y, realmente, es raro que no la contenga; porque las posibilidades de la energía atómica era ya tema de conversaciones populares algunos años antes de que este libro fuera escrito”, escribe Huxley en el prólogo de la reedición, justificandose, sin embargo, porque el tema del libro no era el progreso de la ciencia, el cual se daba por hecho.
Si lo que a Huxley le interesaba era la evolución y prosperidad de la humanidad, si él quería centrarse en el nuevo tipo de relaciones que se establecería entre los hombres y las mujeres, entre los viejos y los jóvenes, entre los dirigentes y los súbditos de la sociedad utópica, también hay ciertas carencias que ya el autor reconoció en su momento. La civilización que describe es un lugar cómodo en el que vivir, con todas las necesidades fisiológicas aseguradas, sin enfermedades ni problemas que causen infelicidad en sus miembros. Las personas cumplen un trabajo para el que han sido “incubadas” y no aspiran a nada que esté fuera de su alcance. No tienen libertad de elección ni de creencias, pero no son conscientes de ello y no se quejan ni se rebelan.
La reserva de los salvajes, por el contrario, es un reducto donde imperan la miseria y la suciedad, la incomodidad y el dolor. No hay término medio entre un ámbito y el otro. “Si ahora tuviera que volver a escribir este libro, ofrecería al Salvaje una tercera alternativa”, escribe Huxley, mencionando la posibilidad de crear un espacio donde se utilizara la técnica con fines benéficos para el ser humano y no para esclavizarlo y condicionarlo.
¿Recordáis el argumento? En una sociedad avanzadísima, donde se gestan los niños para cumplir una misión concreta en la vida, irrumpe un salvaje, un hombre nacido en una reserva india, que ha leído a Shakespeare y cree en Dios y en el amor tradicional. El conflicto se plantea cuando es transportado a la civilización y discrepa con una mujer que le desea, con los dirigentes que privan a la humanidad de pensamientos individuales, con una sociedad que no entiende el dolor ni la desesperación ante la muerte. El salvaje se aísla, pero la población le persigue, le acosa y acaba por inducirle al desastre.
18 comentarios:
Pocas son las obras que logran sobrevivir al paso del tiempo. Y ésta es una de ellas. La verdad es que siempre pensé que incluso cuando estaba de moda era una obra sobrevalorada, quizá porque tampoco esos temas estaban demasiado cultivados. Cuimplió una finalidad, nos hizo ser más conscientes de los riesgos del futuro y de la artificiosidad de la vida humana. Pero tienes razon, CECILIA. Volverla a él puede ser decepcionante, como ocurre con tantas otras que han envejecido mal y que duermen en las estanterías a "la espera de la mano de nieve que sepra arrancarlas". Un saludo
Leí Un mundo feliz en el instituto. Después, en alguna ocasión he tenido tentaciones de echarle un vistazo, de releerla, y siempre me he echado hacia atrás, por el temor que me suscitaba justamente lo que tú dices. Prefiero quedarme con la impresión que me causó en su momento.
Yo temo leer otra vez El jinete polaco de Muñoz Molina. No corro los mismos riesgos que con Un mundo feliz porque no aventura un futuro imaginario, pero tengo esa novala en tan alta estima que temo llevarme una decepción. De vez en cuando releo la primera página y esa nunca me ha decepcionado.
En cuanto al mundo feliz, quizá hay que abstraerse de los detalles y centrarse en el fondo de lo que nos quiere contar el autor. Quizá los teléfonos no sean como los contaba, pero no sé si las relaciones humanas, visto como avanzamos, no irán por un camino no muy distinto.
Un abrazo
Rafa
a mí me causó tanta impresión (y trauma) "1984" que no me atreví a leer "un mundo feliz" hasta hace un par de años.
y bueno...la verdad es que no me gustó tanto como esperaba...aunque hay muchos puntos que invitan a la reflexion (y eso se agradece).
hay libros que envejecen mal, es cierto, pero tambien es verdad que las segundas lecturas no tienen nada que ver con las primeras, no sólo por el momento personal, o por el tiempo transcurrido, sino porque releer se hace de una forma diferente (y porque las comparaciones tienden a ser odiosas...)
besos
Me entusiasma cuando se me ofrecen libros para leer.. Apunto..
Los libros no cambian, somos nosotros los que cambiamos. Depende del momento.
Slaudos y salud
Ah..por fin un libro que sí he leído. ...pero decirte que fue a los catorce años y hubo cosas que se me escaparon y otras que casi no recuerdo, ahora , eso sí a los dieciseis años ( me acuerdo perfectamente porque fue en el año del libro) leí 1984 de George Orwell.
Ese sí que lo recuerdo como si fuera ayer, ...y ahora, en este mundo con las cámaras de seguridad del metro,(la televigilancia) o la existencia de sitios como Guantanamo o Abu Graib,(los metódos de la polícia del pensamiento) o eso tan requetemoderno que llaman la "televisión interactiva"(la telepantalla) o esa historia oficial en la que se ha olvidado que Saddam era "de los buenos" mientras combatió a Jomeini o que Osama era también "de los buenos" mientras combatió a los soviéticos en afganistán ( los cambios de la historia reciente desde el centro del sistema....de repente ya nadie se acuerda de esto) me recuerdan poderosamente al 1984 de Orwell, ....y me llenan de angustia.
Cualquier día de estos sabremos que pasó exactamente el 11 de septiembre de 2001 y nos acordaremos de George Orwell, el clarividente.
Un abrazo
Si que es verdad Cecilia no se porque será pero me ha sucedido en un par o tres de libros y no eran futuristas, me habían entusiasmado y al cabo de los años me decepcionaron, como podemos cambiar tanto ?
Es cierto lo que dices, pero igual que te puede decepcionar al volverlo a leer, también te puede gustar más que la primera vez que lo leistes, a mi me ha pasado. He encontrado, con la nueva lectura matices que no había descubierto con una primera lectura.
Un beso Cecilia.
Yo lo leí en su versión original "A brave new world" mientras estudiaba la carrera. Los tiempos pueden cambiar pero hay textos que se adaptan a cualquier tiempo, a cualquier lugar.
Si cuando uno lee una novela, oye una pieza musical o se sitúa frente a una obra de arte no es capaz de ponerse en el contexto histórico en el que esa obra fue creada, no hay nada que hacer. No se puede catalogar el arte bajo el punto de vista de la actualidad, del día de hoy. Es perder el tiempo. Según eso, la Ilíada sería como para orinarse de risa: ¡no había teléfonos móviles!
Cecilia, por ahora no me ha pasado lo mismo con libros que releí. Por suerte porque debe dejar cierto saborcito amargo.
Besos
Mira lo que dice hoy el futurista Ray Kurzeil:
- en 10 habrá un fármaco que nos permitirá comer todo lo que querramos sin ganar peso
- en 20 años toda la energía provendrá de fuentes renovables
-dentro de 15 años la esperanza de vida aumentará cada año más rápido que el envejecimiento.
Será así?
El mundo es constantemente cambiante, el avance del hombre esndistintos campos, hacen que sucesos y circunstancias queden desfasadas y obsoletas.
Tienes razón, uno no puede volver a leer el antiguo libro con los mismos ojos...
Cecilia, como siempre te explicas con claridad, y convencimiento.
Un abrazo:)
El lo que sucede con muchas obras de arte, y no me refiero sólo a literatura, cine, música...algunas soportan muy bien el paso del tiempo, pero otras son genialidades efímeras que con el implacable transcurrir de los años a algunos les deja de significar lo que puedieron interpretar en ellas en su día.
Con los libros pasa un poco como con las películas de cine, cada una tiene su momento, cuando la ves una segunda ocasión a veces llega a decepcionarte. En cuanto a releer un libro no tengo demasiada experiencia, prefiero exponerme y descubrir lecturas nuevas.
Un abrazo
Sabes, nunca lo leí... Aunque ahora quizás lo haga.
Por cierto, me encanta leer los libros pasados los años... les saco mayor partido con las relecturas.
Un beso. J.J.
En algunas cosas está superado, pero sigue dando miedo la certeza de esa utopía.
Me parece una buena piedra de toque, la relectura. Hay libros que ganan y ganan, y por más que los releas lo único que hacen es ofrecer cosas nuevas. Me pasó con "Cien años de soledad", pero también con algunos otros. Yo soy bastante "relectora" porque no sólo me permite redescubrir obras quizá no suficientemente apreciadas si las leí siendo muy joven, sino que también me sirve para medir mi propia evolución.
De "Un mundo feliz" tengo que decir que me dejó un regusto tan amargo que no me quedaron ganas de releerla. Quizá la vuelva a tomar ahora y le vea cosas que no encontré siendo muy joven. La que se que me decepcionó terriblemente fue la otra obra de Huxley "La Isla" en la que pretendía describir un futuro mejor que el de "Un mundo feliz". Esa "Isla" si que me resultó deprimente. Tenemos más facilidad para imaginar un futuro terrible e indeseable (como "1984") mejor que un futuro auténticamente positivo. Quizá por eso nos va como nos va.
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