viernes, 23 de mayo de 2008

De tristezas y romanos

Él condena tajantemente a todos aquellos y a todas aquellas que, bajo el pretexto que fuere, se sustraen a la comunidad de los humanos, en cuyo seno tenemos el deber de presentar siempre un rostro sereno. La visión de la tristeza, me dice, es contagiosa y no tenemos derecho a trasmitir a otro la que podamos sentir nosotros”.

Este párrafo pertenece a un libro de Pierre Grimal (1912-1996), historiador y profesor de la Sorbona. Grimal escribió unas supuestas memorias de Agripina la Menor, tercera o cuarta esposa del emperador romano Claudio, ese hombre cojo y convulsivo, a quien tanto admiramos en la serie que hizo la BBC en 1976, basándose en una obra del escritor Robert Graves.

Agripina es visitada, cuando ya está apartada de los ámbitos de poder, que ejerce despóticamente su hijo Nerón, por su amigo Séneca. Es él quien emite un juicio condenando a quienes incumplen su obligación de convivir con “rostro sereno”, sin tristezas y malos rollos que podríamos contagiar a los seres que nos rodean. La tristeza es poderosa cuando nos agarra con sus potentes brazos, pero, deduzco de lo que he leído, que es obligación de quien cae en sus redes luchar contra ella, como luchamos contra la enfermedad cuando nos invade el cuerpo.

Continúa la cita. “La tristeza es, como afirman sus amigos los filósofos, un vicio del alma, es contraria a la vida misma. Cuando perdemos a un ser querido es natural que derramemos lágrimas y sollocemos, pero debemos aceptar el hecho de que esa tristeza vaya disminuyendo. Si no, se convierte en una pasión tan peligrosa como el amor, como la ambición y el ansia de dinero”.

Debiéramos tratar de seguir la filosofía de Séneca y aplicarnos pomadas y ungüentos sobre las heridas para no infectar con nuestra tristeza a quienes se topen con nosotros cuando salgamos de nuestra madriguera.

El libro se titula "Memorias de Agripina", de Pierre Grimal. Hay una edición de el País, de 1995.

10 comentarios:

Marcelo dijo...

Es cierto Cecilia. Yo cuando estoy triste, trato de aplicar eso del buey solo bien se lame aunque en otro sentido, el de lamerse las heridas; y salir adelante con una sonrisa! Aunque a veces cuesta y necesitamos de alguien...
Un saludo

m.eugènia creus-piqué dijo...

Bon día Cecilia.!.
Tristemente la tristeza y valga la redundancia. dificilmente se puede disimular, todo tu rostro transmite sin darte cuenta el estado de ánimo en el que te encuentras, la irada en estos momentos lo dice todo, el tiempo por suerte es un gran aliado, aquellas heridas tan hondas van desdibujándose en el corazón, si no fuera de esta manera la vida sería un sín vivir.
Referente a la serie Yo Claudio, magnífica, me la ví toda de principio a fín, que pena que ya no se hagan estas grandes superproducciones por la tele,ahora empezamos a hacer zapping y acabamos cerrándola por insoportable.

angela dijo...

Cecilia me encanto tu entrada Por favor, me puedes decir el título del libro de ese autor me interes el libro para leer este verano.Si no lo tienes te lo agradezco igual.Como siempre tus entradas son muy interesantes.Que pases un buen fin de semana.Un abrazo.Angela

fritus dijo...

Me encantó tu entrada, Cecilia...tengo un amigo,-que no es Séneca, pero que tampoco es tonto- que me decía que la mejor receta contra la depresión era tener hijos pequeños e hipotecas...(no tienes tiempo para deprimirte)a él le funcionaba. a mí, de momento, también...Supongo que lo que disfusamente calificamos como "ilusión" y lo que difusamente calificamos como "problemas" no están tan lejanos entre sí.

Un abrazo

Felipe dijo...

Cada vez que me asomo a tu balcón aprendo algo nuevo.
Me encanta. Gracias.
Un saludo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Es cierto, pero, a veces, debemos dedicarla 5 minutos. Pero sólo 5 minutos.

Sonia dijo...

Muy bonito post si. Bueno la tristeza hay que saber aprovecharla. Siguiendo el consejo aquel de si el viento es más fuerte que tú, dále la espalda.
Puede ser una perfecta fuente de inspiración.
Pero estoy con los que prefiero compartir una sonrisa.
un abrazo

Alberto López Cordero dijo...

Yo viviendo en Mérida me parece una lectura casi obligada. Me la apunto y reservo. Gracias.

Sibyla dijo...

Todo en su justa medida...

Hay situaciones que son ineludibles para manifestar nuestra tristeza, como has comentado, la pérdida de un ser allegado; no obstante la tristeza cotidiana parece no tener buena prensa, y a veces espanta al personal...

Mejor desahogarnos con amigos íntimos, que nos van a saber escuchar y entender.

Un abrazo:)

memoria dijo...

Es cierto que la tristeza puede llegar a infectar a quienes rodean a un ser triste. Otra cosa distinta debe ser la tristeza pasajera, la que se suele sufrir en silencio ya que hay que tratarla como una enfermedad contagiosa. Aún así, en ocasiones no puede ser disimulada porque sale de algún lugar muy profundo. Y los otros son los que pueden ayudar, de alguna manera, a deshacerse de ella.

Me encanta la didáctica de cada uno de tus artículos. Lo sabes, porque te lo digo a menudo.

Besos grandes.