miércoles, 10 de marzo de 2021

Madres encerradas, malas madres

A Pedrito le da hoy la pataleta a las diez y media. No sabe hacer una cuenta y tira el cuaderno y el lapicero al suelo. A este niño le está sentando el encierro peor que a ninguno. Ayer tiró de un manotazo la tableta de su hermana al suelo. Menos mal que estos aparatos están hechos para aguantar golpes y tempestades.

Rosendo sale de la habitación al escuchar los chillidos. Aquí no hay quien pueda trabajar, grita mirando a los niños primero, al rincón donde yo he instalado mi mesa, mi ordenador y mis carpetas. Yo sigo a lo mío, como si no hubiera oído nada.

Pedrito maldice las sumas y las restas, María se queja de que su hermano no le deja concentrarse en su clase virtual. Rosendo se los lleva a la cocina a tomarse un zumo y un tentempié, como si estuvieran en el recreo del colegio.

Me ha costado varias semanas acostumbrarlos a ellos y concienciarme yo de que no es mi obligación detener mi trabajo cada vez que uno de los tres, padre o hijos, tienen un problema con sus tareas, una ocurrencia que contar o una necesidad que solventar.

Soy una mala madre, me digo a veces. Pero noto que no sufro por ello.

No estoy dispuesta a ser una estadística negativa, como la que hoy leo en el periódico digital: según un estudio de la University College de Londres, en el año 2020 “las mujeres dedicaron 20,5 horas semanales al cuidado de los niños y a la educación en casa en abril, y 22,5 horas semanales en mayo, mientras que los hombres dedicaron unas 12 horas a estas responsabilidades en ambos meses”.

Y eso que los padres actuales no son como los del siglo pasado, algunos de los cuales presumían de no haber cambiado un pañal jamás a sus hijos. Y de no saber freír un huevo o unas patatas.  Ahora se implican más, pero no les consintamos que sigan empleando el verbo ayudar. Ya es hora que aprendan a conjugar el verbo compartir o repartir.

La jefa me acaba de enviar un correo aprobándome un informe. Rosendo y los chicos siguen de recreo en la cocina. Es el momento de tomarme yo un descanso.

Seguro que me han preparado también a mí el tentempié de media mañana.

En realidad, no soy una mala madre. 

Madres encerradas

 Gracias, Annabela y gracias Vero, dos estupendas madres. Cada día un pasito más para conseguir la verdadera conciliación.

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